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Las noches largas del invierno también eran propicias, especialmente en la ciudad, para la realización de tertulias de sobremesa, que reunÃan a toda la familia, junto con vecinos y amigos. Estas veladas periódicas, tÃpicas de la clase media urbana, se aprovechaban para conversar, tomar mate, café y licores, y para practicar juegos sencillos, en los que pudiesen participar todos los presentes.
Se elegÃan juegos de naipes como la escoba, la brisca y la báciga, o se jugaba por monedas a la loterÃa de cartones, empleando para ello 30 ó 40 cartones de diversos colores y 90 bolas numeradas correlativamente. Cada cartón tenÃa 15 números distribuidos en tres filas, y se repartÃan dos o tres a cada jugador, según el número de participantes.
El "cantor" iba sacando las bolillas numeradas de una bolsa, y los jugadores que poseÃan el número cantado debÃan cubrirlo con una ficha o un garbanzo. El primero que conseguÃa cubrir dos números en una misma fila manifestaba haber hecho "ambo", y luego venÃan "terna", "cuaterna" y "quina", según se hubiesen cubierto tres, cuatro o los cinco números de cada lÃnea. Hacer "loterÃa" equivaldrÃa a cubrir los quince números del cartón.
Para "cantar" se elegÃa a una persona de confianza, y era frecuente que el "cantor" se apartase periódicamente del canto llano para incursionar en los arabescos de la jerga numeraria: la niña bonita, el fraile, elborracho, la desgracia, el pajarito, el muerto que habla, los gallegos, los anteojos, etcétera.
Se jugaba también a las "prendas", y en tertulias menos audaces que las ya mencionadas era de rigor, inclusive entre adultos, el gran bonete, el veo-veo, etc. La ejecución de las prendas constituÃa uno de los aspectos más regocijantes del juego, y presentaba numerosas variantes, algunas regladas por la tradición y otras resultantes de la Imaginación o la picardÃa de los asistentes.
En Buenos Aires al castigado se lo remitÃa "a BerlÃn", esto es, a un lugar apartado. Los restantes jugadores deliberaban y elegÃan las prendas a imponer, luego de lo cual se lo llamaba ("¡BerlÃn, BerlÃn!") y se le preguntaba "Adivina, adivinador, quién dijo que (aquà se mencionaba la tarea impuesta) ". Si "BerlÃn" no descubrÃa al autor de la prenda debÃa ejecutarla, caso contrario la cumplÃa el propio autor.
Si entre los asistentes a la tertulia habÃa algún "habilidoso" se improvisaban "sombras chinescas" y trucos sencillos de prestidigitación, o se planteaban problemas, juegos de paciencia e ingenio, charadas, jeroglÃficos, sumas mágicas, etcétera.
Las adivinanzas y los "trabalenguas" hacÃan también su aparición, con aquellos famosos de:
Esta tablita está tarabintanticulada.
El que la destarabintanticulice,
buen destarabintanticulizador será.
MarÃa Chusena su choza techaba,
y un techador que por allà pasaba le dijo:
-MarÃa Chusena ¿Tú techas tu choza o techas la ajena?
-No techo mi choza ni techo la
[ajena,
yo techo la choza de Maria Chusena.
En las fiestas de San Juan y San Pedro se jugaban "cédulas", que consistÃan en papelitos que se extraÃan de una canasta y en los que figuraba, en verso, el porvenir de los participantes o algún tema alusivo.