Retablo de los juegos infantiles

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Algo más lejos un grupo vocinglero pasaba cantando La Farolera:

La farolera tropezó
y en la calle se cayó.
Al pasar por un cuartel
se enamoró del coronel.
Alcen la barrera
para que pase la farolera...
Dos y dos son cuatro,
cuatro y dos son seis,
seis y dos son ocho,
y ocho diez y seis,
y ocho veinticuatro,
y ocho treinta y dos.
Anima bendita
me arrodillo en vos,

y en un patio de baldosas blancas y negras otra ronda giraba entonando Sobre el puente de Aviñón, mientras un niño colocado en el centro de la rueda mimaba un oficio determinado, con movimientos que eran imitados por los otros participantes: "Hacen así, así las planchadoras, / hacen así, así me gusta a mí". A este juego le sucedía La Torre en guardia, con una coreografía y reglas algo más complicadas. Se elegían para jugarla al Rey, a los soldados y a dos niñas, que cumplían el papel de "torre", colocadas frente a frente y con las manos enlazadas. Una niña giraba alrededor de ellas y se suscitaba este diálogo cantado:

Niña: La Torre en guardia,
la torre en guardia,
la vengo a destruir.
Torre: Pues yo no temo,
pues yo no temo,
ni a ti ni a tus soldados.
Niña: Me voy a quejar,
me voy a quejar,
al gran Rey de Borgoña.
Torre: Pues vete a quejar,
pues vete a quejar,
al gran Rey de Borgoña.

Al recibir esta respuesta la niña se dirigía al Rey, que se encontraba con sus soldados y solicitaba ayuda:

Niña: Mi Rey, mi Príncipe,
mi Rey, mi Principe,
te vengo a suplicar.
Rey: Mi capitán, mi coronel,
¿qué es lo que me pides?
Niña: Lo que te pido,
lo que te pido,
es parte de tu guardia.
Rey: Pues vaya mi guardia,
pues vaya mi guardia,
la torre a destruir.

Los "Soldados" se lanzaban sobre la "torre" y trataban de destruirla separándole las manos, para lo cual se dividían a su vez en dos bandos que forcejeaban tomados de la cintura. Se jugaba, seguidamente, al gallo ciego, cuya antigüedad y universalidad los chicos por supuesto desconocían. Para jugarlo se le vendaban los ojos a un niño y se le colocaba en el centro de la rueda.

El niño tenía que atrapar a uno de los jugadores e identificarlo, y para ello las variantes eran múltiples: en unos casos el atrapado debía emitir un sonido en falsete, en otros dejarse tocar el rostro, las ropas, etc. La iniciación del juego era precedida, frecuentemente, por un breve diálogo entre los integrantes (de la ronda y el "gallo ciego":

-Gallito ciego, ¿qué se te ha perdido?
-Una aguja y un dedal.
-Mirá para arriba, mirá para abajo. Yo te lo tengo
y no te lo voy a entregar.

El grupo que había pasado cantando La Farolera vólvía, las niñas tomadas por la cintura y saltando rítmicamente sobre uno y otro pie:

A la lata, al latero,
a la chica del chocolatero.
Botellita, botellita de licor,
hay de menta, hay de rosa,
para la niña buena moza.

El grupo se detenía bajos los árboles de mitad de cuadra e improvisaba sobre el rectángulo de la vereda el juego de las esquinitas- Cuatro jugadoras ocupaban los ángulos de la vereda y otra se ubicaba en el centro, en el cruce de las dos diagonales imaginarias. Las niñas de las esquinas intercambiaban posiciones a la carrera, desplazándose a lo largo o en diagonal, y el "centro" trataba de ubicarse a su vez en uno de los ángulos circunstancialmente desocupados. La niña que quedaba sin lugar debía ocupar, a su turno, el centro. Cuando se insinuaba el cansancio se jugaba a las estatuas, para lo cual se ubicaban en fila, de espaldas a la pared.
Una de las niñas procedía a "sacar" a las participantes, acción que cumplía haciéndolas pasar al cordón de la vereda -luego de preguntarles "¿sal, aceite, vinagre o picante?"- con un giro suave o violento, según lo elegido. Las "sacadas" tenían que permanecer en la posición en que se habían detenido, o bien adoptar una actitud estilizada y "estatuaria". Al concluir se elegía a la mejor "estatua", que pasaba a ocupar el lugar de la "sacadora".

Un juego menos hierático era el oficlo mudo, que consistía en mimar los movimientos y actitudes características de los distintos trabajos humanos para que los demás adivinasen. A la galería de los juegos imitativos pertenecía también el Antón Perulero (o "al don pirulero" que es la forma usada corrientemente en el Río de la Plata), o bien las visitas, las comiditas y el doctor, en los que los chicos asumían papeles de adultos y remedaban las situaciones típicas de medio familiar y de la vida de los mayores, con las consiguientes notas sexuales.

Sobre las baldosas percudidas y grises de la vereda una mano infantil trazaba con tiza los casilleros de la rayuela, repitiendo candorosamente un gesto milenario y de compleja sig nificación, cuyas claves quizá se mezclan en algún momento arcaico con las raíces de la poesía y del arte. La niña que había trazado el diagrama ignoraba que el juego que se aprestaba a practicar con la ayuda de un pequeño tejo ya era conocido en la Grecia clásica con el nombre de ascolias, y en la Roma Imperial con el de juego de las odres, y seguramente le hubiesen causado mucha gracia los nombres con que se lo conoce en otras partes del mundo: infernáculo, pata coja. calajanso o tejo en España; truccino, paradiso o strangallucce en Italia; hop scotch en Inglaterra; munzenwurfspiel en Alemania; marop en la India, etc.

Arcaica y universal, la rayuela constituye, corno muchos otros juegos, un pequeño enigma etnológico para los estudiosos, que no se han puesto todavía de acuerdo sobre sus orígenes y le han atribuido, como a los naipes, significados míticos, mágicos, religiosos, cabalísticos, etc., relacionándola con los progresos del alma, con ceremonias y ritos de pasaje, con el laberinto y la espiral, etcétera.

El arraigo y difusión de la rayuela en América, a partir de la Conquista,ha sido notable. Se la juega en Chile con el nombre de luche o mariola, en México con el de tejo pijije, en Santo Domingo con el de trucamelo, en Colombia con el de coroza, en Argentina con los de rayuela, tejo, luche, gambeta, tilín tuncuna, etc., y así sucesivamente. El antropólogo argentino Eduardo Menéndez ha realizado un valioso análisis etnológico del tema, que hemos seguido para elaborar esta reseña, y en el que apunta para nuestro país aproximadamente 15 tipos de diagrama; básicos, al mismo tiempo que variantes como las rayuelas "Caracol", "cuadrada" y "aeroplano".

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