¡Alcohol, Amor y Crimen!

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En esencia, "la mano oculta" era practicado por una pareja que obraba por separado. La mujer, lujosamente ataviada, se comportaba como si ignorase todas las leyes del juego, y aún más, claro es, sus "faltas imperdonables". Cuando la rueda de la ruleta estaba ya a punto de detenerse, y el banquero recitaba el tradicional "no va más", ponía ella repentinamente una moneda de cinco francos -con un luis por debajo sobre el número en que, según todas las apariencias, iba a detenerse la bolilla.

-Demasiado tarde -decía el "croupier", apartando con su rastrillo la apuesta; aparecía entonces el luis... A su vista, el hombre inquiría: ¿De quién es esta moneda?
-Mía -respondía el cómplice al otro extremo de la mesa, y dado que nada se podía probar, era preciso pagar el monto variable de esa jugada, según estuviera colocada ésta en pleno, "cheval", o "carré".

El procedimiento suele aplicarse también con dos fichas, la mayor de las cuales cubre la otra, y ha sido una de las prácticas fulleras más eficaces perpetradas en perjuicio de los Casinos.

En el "baccarat" no existen muchas maneras de estafar, excepto por el aumento de las apuestas aprovechando una distracción del banquero, o cuando el tramposo dice el "banco" para aprovecharse de una mano fraudulenta. En todos los Casinos, por supuesto, se mantiene una estrecha vigilancia sobre las mesas de Baccarat, y sólo alguien muy hábil puede sacar provecho de sus maniobras ilícitas.

Las trampas repetidas en las mesas del treinta y cuarenta no suelen perjudicar al Casino, pero sí logran aliviar de su dinero al jugador tonto e inexperto, dinero destinado a perderse, seguramente, de cualquier manera. Los cuenteros trabajan de preferencia a los que han sufrido fuertes pérdidas insinuándoles que están en combinación con el "croupier".

Después de pintarles las perspectivas del negocio, y exigir más de la mitad de participación en las futuras ganancias, aseguran a sus víctimas de que tienen todo un código secreto de señales con el banquero, por el cual éste seguirá sus instrucciones. Si la argumentación es conveniente, ambos toman asiento en la mesa del treinta y cuarenta, donde el fullero indica a su cliente la conveniencia de jugar al rojo o al ??negro?. Si éste, por puro azar puede recuperar sus pérdidas anteriores, aquel exigirá de inmediato la mitad de la suma. Si, como sucede la mayoría de las veces, el juego da pérdidas, será el damnificado quien clama por la devolución de su plata. Inútil es agregar que nada consigue, y como es cómplice de una estafa, ni siquiera puede denuciar al impostor. Por cierto, que el truhan y el "croupier" no tienen la menor relación, y las señales y todo lo demás, es sólo un puro "bluf".

Aparte de toda esta variedad de estafas, hay una tremenda variedad de anormalidades y crímenes en el ambiente de los Casinos. Cuando piensa uno que concurren a ellos los delincuentes más hábiles del mundo, no puede causar asombro la serie de dramas y fraudes que con tanta frecuencia acaecen.

Estafadores, chantagistas, fulleros, ladrones de joyas, rateros, logran a veces evadir la vigilancia, y desplegar sus especialidades entre la concurrencia desprevenida de las salas de juego.

Hay también una laya de personajes irreprochables que se dirigen a los jugadores precisados de un préstamo en efectivo... ¡ese promisor billete adicional!... Es obvio recalcar que estos Shylocks no prestan sus servicios financieros sino a aquellos jugadores ampliamente conocidos por su solvencia material o social.

Si el joven Lord X heredero del conde Y cuyas rentas anuales alcanzan a las cinco cifras, encuentra que ha agotado sus disponibilidades inmediatas, sin probabilidad de inmediata reposición, y desea un pequeño préstamo de mil libras o cosa así, bien, es posible, que no halle dificultades de consideración. Shylock tendrá verdadera complacencia en servir a Su Señoría para que haga de nuevo papel airoso en el tapete, ya fortificado financieramente.

Rara vez ocurre que tales prestamistas salgan perjudicados; son demasiado astutos para eso, mucho más, por cierto, que la Caja del Casino. En casi todos los del mundo es posible cambiar cheques, siempre que sea conocida la integridad del librante. Con todo sufre ésta golpes de consideración, y hace pocos años Monte Carlo se hallaba en posesión de Cheques pagados, y rechazados luego, por un valor superior a cien mil libras esterlinas, y firmados por gente a quien siempre se supuso solvente.

Todos los Casinos concentran bandadas de tahures de ambos sexos, y hasta tanto el juego mantenga su actual popularidad, así encerrará también su lado deshonesto, representado por todos aquellos deseosos de alcanzar beneficios a través de los medios menos escrupulosos.

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