Ruleta: Las casas de juego

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En esta casa de juego â?? nacida por iniciativa del conde Dino Lora Totono- experimenté una sensación única: la de disponer de todo un casino para mí solo. Durante dos horas fui el único cliente en las grandes salas llenas de mesas de ruleta, en torno a las cuales estaban sentados, ociosos, los croupier. Ociososcomo los que vi en Cuba, mientras jugaban entre sí a las cartas, en espera de unos clientes que no llegaban. Aquella noche aposté sólo algunas libras esterlinas. En efecto, aunque hubiese tenido suerte, no habría podido cambiar las libras esterlinas por otra divisa, y me habría visto obligado a gastar en Egipto lo ganado.

También es trite el casino de Tánger, una ciudad que otrora era la capital de los contrabandistas. Los turistas de todo el mundo iban a buscar a esta ciudad internacional placeres que ni siquiera París podía ofrecerles: mujeres de todos los países, perversiones detoda índole, espectáculos audacísimos que harían enrojecer a los directores del â??Sexyâ? o del â??Crazy Horse Saloonâ?, por citar dos de los más famosos locales de destape. Espectáculos para los cuales, como ocurría en otro tiempo en La Habana, habría sido oportuno ofrecer a los hombres, y sobre todo a las mujeres que asistían a los mismos, un capuchón depaja con dos agujeros para los ojos, a fin de que pudiesen seguir el show sin ser reconocidos.

Naturalmente, los turistas llenaban el casino de Tánger. Luego la ciudad perdió su estatuto internacional y cayó en la miseria. Tampoco se llenan mucho las otra dos casas de juego marroquíes: la de Fedala, cerca de Casablanca, y la de Marrakech, circuida por el mayor palmeral del mundo, en la ciudad roja, que es una de las siete maravillas del mundo.

En Portugal encontramos un famoso casino cerca de Lisboa, en Estoril, asomado al mar, como el danés de Marienlyst, donde se juega sólo a la boule y ante el cual se admira una estatua de Hamlet.

Ricas, por ser frecuentadas por una clientela riquísima, son las casas de juego belgas (Ostende, Namur, Middelkerke), todas las cuales hacen pagar una suma muy alta por el billete de entrada.

Francia se vanagloria de tener 148 casinos y 35 círculos privados, autorizados por la Policía, en los últimos de los cuales se juega sólo al chemin y al baccará. Pero recuérdese que los franceses llaman casino hasta a las pequeñas casas de juego en las que se tolera únicamente la boule. (Lo mismo ocurre en Suiza, donde está permitido jugar sólo a la boule y donde el límite máximo de las apuestas es muy bajo.)

No es posible recordar todos los casinos franceses, desde Enghien hasta Evian, desde Divonne hasta Annecy. Por lo demás, todos se parecen. Diré algunas palabras sobre Deauville, donde también está el mar. Pero donde está, ante todo, el casino, aquel casino que vio en sus salas a la Mistinguett y a Tristan Bernard, a Joséphine Baker y a Maurice Chevalier, a Luden y a Sacha Guitry, a las Dolly Sisters (que una vez hicieron saltar la Banca) y a Jules Berry, a André Citroen y a Arturo López. Todos se daban cita en el "Bar du Soleil" -inmortalizado en el lienzo de Van Dongen- antes de ir al casino.

Hubo un tiempo en que la gente "bien" iba a Deauville sólo en "Hispano" o en "Rolls. Berry Wall, el gran dandy inglés, ataba a la cola de su perro una corbata de pajarita idéntica a la suya. Tristan Bernard llegaba al "Bar du Soleil" con una gorra de comandante de navío y decía a los amigos:
-La he comprado con el dinero ganado esta noche a la ruleta. -Y luego añadía-: Pero con el dinero que he perdido podría haberme comprado un barco.

Su amiga, que era la danzarina Regina Fleury, una noche, para celebrar el que había ganado a la ruleta, hizo llevar a la mesa una gran tarta de crema y, tras haber bailado sobre la mesa en ropa muy sucinta, con gran placer por parte de los invitados, quiso sentarse en la tarta para dejar encima su... autógrafo.

Deauville fue creada por Cornuché, el dueño del "Maxim's", el famoso restaurante parisiense, el cual hizo construir los hoteles, los campos de tenis y de golf y el teatro, y supo atraer allí a grandes jugadores, como Gustavo V de Suecia y a aquel monarca español cuyo nombre no cito por no disgustar a mis lectores enfermos de superstición. Y Cornuché decía:
-En Deauville, hasta un estornudo debe costar mil francos. -Y añadía-: Yo me siento feliz sólo los días de lluvia.

Porque, cuando llovía, nadie iba a la playa, y las salas del casino estaban atestadas.

En las salas del privé de Deauville fue cuando, en 1926, se registró la más fuerte pérdida jamás experimentada por un jugador de una sola vez: los trece millones -¡trece millones de 1926!- perdidos por Citroen al pedir Banca al armador griego Zographos. Pero el industrial francés siguió jugando -podía permitírselo-, y más tarde, viendo pasar al escritor Michel, le ofreció veinticinco mil francos - ¡francos de 1926!- a cambio de un eslogan publicitario para sus automóviles. Michel propuso el siguiente texto: "El automóvil que mejora envejeciendo." Y Citroen, generosamente, le dio la suma prometida, diciendo:
-Un magnífico eslogan, que jamás podré usar. Porque si lo hiciera, mis clientes no cambiarían nunca de coche.

Fue en estas salas donde Faruk puso una ficha de un millón de francos viejos ante una señora, acompañando el gesto con una mirada significativa. Pero la señora pasó inmediatamente la ficha a los croupiers diciendo:
-Pour les employés.
Y Faruk tuvo la fuerza de sonreír mientras su millón desaparecía en la caja de las propinas.

Según Michel Yvon, presidente del casino de Divonne, los pequeños jugadores son aquellos que suspenden la partida tras haber perdido 10.000 francos nuevos. Los jugadores medianos llegan hasta los 30.000 francos, y los grandes jugadores pueden arriesgar hasta medio millón de francos. Los grandísimos jugadores llegan hasta el millón, y los "excepcionales" pueden arriesgar sumas aún mayores.

-Entre mis clientes hay por lo menos una docena de "excepcionales".

Por el contrario, flambeur es llamado el jugador que atrae a otros jugadorés a causa de las grandes sumas apostadas o gracias a su notoriedad. Por tanto, un actor famoso puede ser un flambeur, aunque apueste sólo cien francos.

Los casinos tratan de atraer a los jugadores de este tipo. O bien ofrecen otras facilidades. Así, se dice que un famoso casino de la Costa Azul rembolsa el billete a los jugadores que llegan en el vuelo directo Nueva York-Niza. Otro casino, establecido en el "Hotel Loews", de Montecarlo, ofrece a sus clientes sauna, piscina y espectáculos de music-hall. Pero en el "Loews" no se practican todos los juegos, porque se quiere evitar hacer la competencia al casino principal de Montecarlo, administrado por una sociedad cuyo principal accionista es el príncipe Rainiero, viudo de Grace Kelly.

A principios de 1961 se abolió en Inglaterra la antigua ley de Enrique VIII que prohibía el juego. Inmediatamente, muchos cines y salas de baile fueron transformados en casas de juego reservadas a los aficionados al bingo, una especie de tómbola de azar. Las slot machines llamadas en Inglaterra fruit machines- fueron colocadas en todos los círculos privados, permitiendo a millones de ingleses afrontar la absurda batalla contra los bandidos de un solo brazo.

Y se abrieron en Londres cincuenta casinos. El juego es violentísimo. Baste decir que la ficha de mayor valor es de mil libras esterlinas. El más conocido casino londinense es el "Crockford's", que lleva un nombre histórico, porque en los tiempos de Disraeli se jugaba -semiclandestinamente- en este círculo, que tuvo, entre sus socios, además de a Disraeli, al duque de Wellington y a Napoleón III. Conocido con el nombre de "Nuevo Pandemonio", el círculo fue cerrado en 1845 por la Policía, y cuando fue abierto de nuevo, se desarrollaron en sus salas innocuas partidas de bridge.

He aquí ahora los nombres de otros famosos casinos ingleses: "Play Boy", "Victoria", "International", "Park Lane", "Olympic", "Golden Nugget" y "Sportsman". El que pone los pies en el "Play Boy" (tiene que ser socio, pagando una cuota anual) encuentra, en la planta baja, el bar, donde es servido por "conejitas" de vertiginosos escotes y larguísimas piernas. En los dos primeros pisos están los restaurantes. En uno de ellos se paga una suma no elevada por la cena, y se puede comer todo cuanto se quiera, sirviéndose uno mismo, a condición de llenar un solo plato (y se puede servir sólo una vez). En los pisos superiores están las mesas de la ruleta, black jack, craps y chemin. Casi todos los croupiers son mujeres. Estas muchachas vestían en otro tiempo como las "conejitas", pero luego las autoridades inglesas comprobaron que sus escotes podrían distraer a los jugadores.

Se juega a la ruleta con el sistema sudamericano. Los jugadores han de hacer sus apuestas siempre en la misma mesa, y cada uno de ellos recibe del croupier fichas de distinto color, lo cual hace imposible las discusiones respecto a las fichas ganadoras. Sólo las fichas de 5 ó más libras esterlinas son iguales en todas las mesas y permiten al jugador inquieto trasladarse de una mesa a otra. Nunca se dan propinas en la ruleta. Y casi todos los jugadores apuestan sólo a los en plein, olvidando las otras combinaciones.

En el chemin, el banquero no paga porcentaje sobre las tiradas ganadas, como ocurre en los casinos del â??Continenteâ?. Pero cada jugador abona una suma fija cuando se sienta a la mesa, y ha de pagar nuevamente dicha suma al acabar cada partida, o sea, cuando se agotan los seis paquetes contenidos en el sabot.

En Gran Bretaña hay 130 casinos, pero los siete más conocidos de Londres absorben el 80 % de las ganancias en conjunto. Los casinos no pagan un porcentaje sobre las ganancias, sino que abonan al Estado una suma anual, proporcional al número de las mesas en funcionamiento. En 1977, el Estado se embolsó más de cuatro millones de libras esterlinas. Yo diría que se contentó con poco. Pero las autoridades inglesas adoptan, respecto a los juegos de ajar, una actitud análoga a la que en otros países se observa frente a las casas de tolerancia: se las querría ignorar. (En Francia, siempre en 1977, el Estado ingresó en sus arcas, sólo de los casinos, el equivalente a 6.200 millones de pesetas.)

De las veintidós Spielbanken alemanas, la más famosa es, sin duda, la de Baden-Baden. Pero las más interesantes son las casas de juego de Westerland, en la isla de Sylt, abierta sólo en los meses de verano, y la casa de juego de Bad Neuenahr, a unos cuarenta kilómetros de Bonn.

En Westerland, la partida de chemin se juega sólo el sábado por la noche, y se inicia a las 2 de la madrugada, cuando ha terminado el juego de la ruleta. Pero, ¿qué tiene de particular la Spielbank de la isla de Sylt? Digámoslo de una vez, es la única casa de juego erótica del mundo.

Ya he explicado que los jugadores no se interesan mucho por las mujeres cuando siguen la carrera de la bolita sobre el cilindro mágico o cuando van sacando las cartas del sabot. O sea, que no pierden el tiempo imaginando -como hacen los italianos- qué aspecto podrían tener, desnudas, las bellas mujeres sentadas a las mesas de juego. Lo mismo ocurre en Westerland. Aunque por otra razón. Porque los jugadores han tenido ya, durante todo el día, la posibilidad de admirar a las bellas mujeres mientras tomaban el sol sin ninguna ropa encima.

Casi todas las playas de Sylt -de unos cincuenta kilómetros de longitud- están abiertas a los nudistas. Fue una ocurrencia del burgomaestre de la isla, el cual, inmediatamente después de acabar la guerra, se encontró con una población cuadruplicada por los muchísimos prófugos huidos de la Prusia Oriental. Sylt, que es la más septentrional de las islas alemanas, no tenía recursos económicos. Sólo el turismo podía salvar la situación. Y el burgomaestre, además de autorizar la apertura de una casa de juego, hizo también abrir las playas a los nudistas, conociendo la gran pasión que sienten los alemanes por la helioterapia integral.

Desde aquel día, el que no ha reservado una habitación en el hotel con muchos meses de anticipación, corre el riesgo de dormir en una silla de tijeras en la Kurhalle, aun cuando en los últimos años Sylt ha visto multiplicarse el número de hoteles y pensiones gracias a los doce mil turistas diarios, por término medio, que se registran entre mayo y setiembre. Aunque parezca extraño, entre los extranjeros destacan los daneses y noruegos, tal vez atraídos por el nudismo, que en su casa, contrariamente a lo que se explica, no ha sido nunca tolerado oficialmente. (La leyenda de los escandinavos que se bañan en cueros es parecida a la de los napolitanos que comen spaghetti con las manos.)

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