Página 1 de 43
William Shakespeare
La Tempestad
DRAMATIS PERSONAE
ALONSO, rey de Nápoles
SEBASTIÁN, su hermano
PRÓSPERO, el legítimo Duque de Milán
ANTONIO, su hermano, usurpador del ducado de Milán
FERNANDO, hijo del rey de Nápoles
GONZALO, viejo y honrado consejero
ADRIÁN nobles
FRANCISCO
CALIBÁN, esclavo salvaje y deforme
TRÍNCULO, bufón
ESTEBAN, despensero borracho
El CAPITÁN del barco
El CONTRAMAESTRE
MARINEROS
MIRANDA, hija de Próspero
ARIEL, espíritu del aire
IRIS
CERES
JUNO espíritus Ninfas
Segadores
Escena: una isla deshabitada.
LA TEMPESTAD
I.i Se oye un fragor de tormenta, con rayos y truenos. Entran un CAPITÁN y un CONTRAMAESTRE.
CAPITÁN
¡Contramaestre!
CONTRAMAESTRE
¡Aquí, capitán! ¿Todo bien?
CAPITÁN
¡Amigo, llama a la marinería! ¡Date prisa o encallamos! ¡Corre, corre!
Sale.
Entran los MARINEROS.
CONTRAMAESTRE
¡Ánimo, muchachos! ¡Vamos, valor, muchachos! ¡Deprisa, deprisa! ¡Arriad la gavia! ¡Y atentos al
silbato del capitán! - ¡Vientos, mientras haya mar abierta, reventad soplando!
Entran ALONSO, SEBASTIÁN, ANTONIO, FERNANDO, GONZALO y otros.
ALONSO
Con cuidado, amigo. ¿Dónde está el capitán? - [A los MARINEROS] ¡Portaos como hombres!
CONTRAMAESTRE
Os lo ruego, quedaos abajo.
ANTONIO
Contramaestre, ¿y el capitán?
CONTRAMAESTRE
¿No le oís? Estáis estorbando. Volved al camarote. Ayudáis a la tormenta.
GONZALO
Cálmate, amigo.
CONTRAMAESTRE
Cuando se calme la mar. ¡Fuera! ¿Qué le importa el título de rey al fiero oleaje? ¡Al camarote, silencio!
¡No molestéis!
GONZALO
Amigo, recuerda a quién llevas a bordo.
CONTRAMAESTRE
A nadie a quien quiera más que a mí. Vos sois consejero: si podéis acallar los elementos y devolvernos la
bonanza, no moveremos más cabos. Imponed vuestra autoridad. Si no podéis, dad gracias por haber
vivido tanto y, por si acaso, preparaos para cualquier desgracia en vuestro camarote. - ¡Ánimo,
muchachos! - ¡Quitaos de enmedio, vamos!
Sale.
GONZALO
Este tipo me da ánimos. Con ese aire patibulario, no creo que naciera para ahogarse. Buen Destino,
persiste en ahorcarle, y que la soga que le espera sea nuestra amarra, pues la nuestra no nos sirve. Si no
nació para la horca, estamos perdidos .
Salen.
Entra el CONTRAMAESTRE.
CONTRAMAESTRE
¡Calad el mastelero! ¡Rápido! ¡Más abajo, más abajo! ¡Capead con la mayor!
Gritos dentro.
¡Malditos lamentos! ¡Se oyen más que la tormenta o nuestro ruido!