Página 32 de 44
PROTEO. -A Silvia, sí, por vuestro amor.
TURIO. -Muchísimas gracias. (A los músicos.) Ea, señores; templad esos instrumentos, y en seguida manos a la obra. (Entran el POSADERO y JULIA, quedando a distancia. JULIA viene vestida de paje.)
POSADERO. -(A JULIA.) Vaya, joven huésped, parece que estáis muy triste. ¿A qué se debe?
JULIA. -Pardiez, hostelero, a que no puedo alegrarme.
POSADERO. -Vamos, distraeos. Os conduciré adonde oigáis música y encontréis al caballero que buscáis.
JULIA. -Pero ¿le oiré hablar?
POSADERO. -Seguramente.
JULIA. -Pues él será para mí la música. (Suena la música.)
POSADERO. -¡Oíd! ¡Oíd!
JULIA. -¿Estará entre ésos?
POSADERO. -Sí; pero... ¡Silencio! Escuchemos.
Canción
¿Quién es Silvia, y por qué a tantos
hace de amor suspirar?
¿Quién es Silvia, que consigue
de todos hacerse amar?
La dama pura y hermosa
fragante como una rosa.
Tiene gracias a millares
y es su rostro angelical.
Pero ¿qué son sus encantos,
conociendo su bondad?
Para realzar su candor
reina en sus ojos amor.
Cantemos todos a Silvia,
a sus dones y ternura.
Rindámosle pleitesía
por su exquisita hermosura,
pues nadie al verla a su lado
no se siente enamorado.
POSADERO. -¡Eh, eh! Os veo más triste que antes. ¿Qué os pasa, hombre? ¿Os hace daño la música?
JULIA. -Os engañáis. Quien me hace daño es el músico.
POSADERO. -¿Por qué?
JULIA. -Porque se porta falsamente.
POSADERO. -¡Cómo! ¿Da notas falsas?(4).
JULIA. -Tan falsas que hacen estremecer hasta las fibras de mi corazón.
POSADERO. -Tenéis un oído muy delicado.
JULIA. -Pues quisiera ser sorda.
POSADERO. -Veo que no os gusta la música.
JULIA. -Jamás... cuando hay en ella tales disonancias.
POSADERO. -¡Escuchad! Es un bonito cambio de tono.
JULIA. -El cambio es lo que menos me gusta.
POSADERO. -¿Había que tocar siempre lo mismo?
JULIA. -Debiera limitarse a lo justo. Bueno, señor, ese Proteo de quien hablamos, ¿viene con frecuencia a ver a esa noble dama?
POSADERO. -Lanza, su criado, me ha dicho que está loco perdido por ella.
JULIA. -¿Dónde está Lanza?
POSADERO. -Ha ido en busca de un perro que, por orden de su amo, debe ofrecer mañana como presente a la señora de sus pensamientos.
JULIA. -¡Chist! Silencio. La compañía se separa.
PROTEO. -Señor Turio, no temáis; patrocinaré tan bien vuestra causa, que os quedaréis admirado.
TURIO. -¿Dónde nos volveremos a ver?
PROTEO. -Junto al pozo de San Gregorio.
TURIO. -Adiós. (Salen TURIO y los músicos. Entra SILVIA, arriba, en el balcón.)
PROTEO. -(A SILVIA.) Señorita, buenas noches tenga vuestra señoría.
SILVIA. -Gracias por vuestra serenata, señores.