Macbeth (William Shakespeare) Libros Clásicos

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A la fugaz intención no se le da alcance
si no le sigue una acción rápida. Desde ahora,
las primicias de mi pecho serán
las primicias de mi mano. Y ahora mismo,
por coronar el pensamiento, sea dicho y hecho:
tomaré por sorpresa el castillo de Macduff,
ocuparé Fife; pasaré a cuchillo
a su mujer, sus criaturas y su triste
descendencia. No es la bravata de un tonto:
antes que se enfríe, cumpliré el propósito.
Basta de visiones. - ¿Dónde están los mensajeros?
Ven, llévame donde estén.

Salen.

IVii Entran LADY MACDUFF, su Hijo y ROSS.

LADY MACDUFF
¿Qué es lo que ha hecho que le obligue a huir?
ROSS
Tienes que dominarte.
LADY MACDUFF
Él no lo hizo. Huir fue una locura.
Cuando no nuestros actos, nuestro miedo
nos vuelve traidores.
ROSS
Si fue miedo o prudencia no lo sabes.
LADY MACDUFF
¿Prudencia? ¿Abandonar a su mujer,
sus criaturas, su hogar, su hacienda en un sitio
del que él mismo huye? No nos quiere. No tiene
sentimientos de padre. Hasta el pobre reyezuelo,
el más menudo pajarillo, defiende
a las crías de su nido contra el búho.
Todo es miedo, no hay cariño;
y apenas hay prudencia cuando huir
está tan fuera de razón.
ROSS
Cálmate, querida prima, te lo ruego.
Tu marido es noble, prudente, ponderado
y entiende bien las convulsiones del momento.
No me atrevo a seguir, mas crueles son
los tiempos en que somos traidores
y no nos conocemos; en que se juzga el rumor
según lo que se teme sin saber lo que se teme;
en que nos lleva cada impulso y movimiento
de un mar agitado. Debo despedirme;
no tardaré mucho en volver a verte.
Cesarán los grandes males o retrocederán
adonde estaban antes. - Jovencito,
que Dios te bendiga.
LADY MACDUFF
Tiene padre y está huérfano.

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