Don Quijote de la Mancha (Miguel de Cervantes Saavedra) Libros Clásicos

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de la profesión. Y si es que vuestra merced no se precia de ser tan secreto
como don Galaor, con las veras que puedo le suplico, en nombre de toda esta
compañía y en el mío, nos diga el nombre, patria, calidad y hermosura de su
dama; que ella se tendría por dichosa de que todo el mundo sepa que es
querida y servida de un tal caballero como vuestra merced parece.
Aquí dio un gran suspiro don Quijote, y dijo:
-Yo no podré afirmar si la dulce mi enemiga gusta, o no, de que el mundo
sepa que yo la sirvo; sólo sé decir, respondiendo a lo que con tanto
comedimiento se me pide, que su nombre es Dulcinea; su patria, el Toboso,
un lugar de la Mancha; su calidad, por lo menos, ha de ser de princesa,
pues es reina y señora mía; su hermosura, sobrehumana, pues en ella se
vienen a hacer verdaderos todos los imposibles y quiméricos atributos de
belleza que los poetas dan a sus damas: que sus cabellos son oro, su frente
campos elíseos, sus cejas arcos del cielo, sus ojos soles, sus mejillas
rosas, sus labios corales, perlas sus dientes, alabastro su cuello, mármol
su pecho, marfil sus manos, su blancura nieve, y las partes que a la vista
humana encubrió la honestidad son tales, según yo pienso y entiendo, que
sólo la discreta consideración puede encarecerlas, y no compararlas.
-El linaje, prosapia y alcurnia querríamos saber -replicó Vivaldo.
A lo cual respondió don Quijote:
-No es de los antiguos Curcios, Gayos y Cipiones romanos, ni de los
modernos Colonas y Ursinos; ni de los Moncadas y Requesenes de Cataluña, ni
menos de los Rebellas y Villanovas de Valencia; Palafoxes, Nuzas,
Rocabertis, Corellas, Lunas, Alagones, Urreas, Foces y Gurreas de Aragón;
Cerdas, Manriques, Mendozas y Guzmanes de Castilla; Alencastros, Pallas y
Meneses de Portogal; pero es de los del Toboso de la Mancha, linaje, aunque
moderno, tal, que puede dar generoso principio a las más ilustres familias
de los venideros siglos. Y no se me replique en esto, si no fuere con las
condiciones que puso Cervino al pie del trofeo de las armas de Orlando, que
decía:
nadie las mueva
que estar no pueda con Roldán a prueba.
-Aunque el mío es de los Cachopines de Laredo -respondió el caminante-, no
le osaré yo poner con el del Toboso de la Mancha, puesto que, para decir
verdad, semejante apellido hasta ahora no ha llegado a mis oídos.
-¡Como eso no habrá llegado! -replicó don Quijote.
Con gran atención iban escuchando todos los demás la plática de los dos, y
aun hasta los mesmos cabreros y pastores conocieron la demasiada falta de
juicio de nuestro don Quijote.

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