Don Quijote de la Mancha (Miguel de Cervantes Saavedra) Libros Clásicos

Página 102 de 838

tan pertinaz.
En estas y otras pláticas les tomó la noche en mitad del camino, sin tener
ni descubrir donde aquella noche se recogiesen; y lo que no había de bueno
en ello era que perecían de hambre; que, con la falta de las alforjas, les
faltó toda la despensa y matalotaje. Y, para acabar de confirmar esta
desgracia, les sucedió una aventura que, sin artificio alguno,
verdaderamente lo parecía. Y fue que la noche cerró con alguna escuridad;
pero, con todo esto, caminaban, creyendo Sancho que, pues aquel camino era
real, a una o dos leguas, de buena razón, hallaría en él alguna venta.
Yendo, pues, desta manera, la noche escura, el escudero hambriento y el amo
con gana de comer, vieron que por el mesmo camino que iban venían hacia
ellos gran multitud de lumbres, que no parecían sino estrellas que se
movían. Pasmóse Sancho en viéndolas, y don Quijote no las tuvo todas
consigo; tiró el uno del cabestro a su asno, y el otro de las riendas a su
rocino, y estuvieron quedos, mirando atentamente lo que podía ser aquello,
y vieron que las lumbres se iban acercando a ellos, y mientras más se
llegaban, mayores parecían; a cuya vista Sancho comenzó a temblar como un
azogado, y los cabellos de la cabeza se le erizaron a don Quijote; el cual,
animándose un poco, dijo:
-Ésta, sin duda, Sancho, debe de ser grandísima y peligrosísima aventura,
donde será necesario que yo muestre todo mi valor y esfuerzo.
-¡Desdichado de mí! -respondió Sancho-; si acaso esta aventura fuese de
fantasmas, como me lo va pareciendo, ¿adónde habrá costillas que la sufran?
-Por más fantasmas que sean -dijo don Quijote-, no consentiré yo que te
toque en el pelo de la ropa; que si la otra vez se burlaron contigo, fue
porque no pude yo saltar las paredes del corral, pero ahora estamos en
campo raso, donde podré yo como quisiere esgremir mi espada.
-Y si le encantan y entomecen, como la otra vez lo hicieron -dijo Sancho-,
¿qué aprovechará estar en campo abierto o no?
-Con todo eso -replicó don Quijote-, te ruego, Sancho, que tengas buen
ánimo, que la experiencia te dará a entender el que yo tengo.
-Sí tendré, si a Dios place -respondió Sancho.
Y, apartándose los dos a un lado del camino, tornaron a mirar atentamente
lo que aquello de aquellas lumbres que caminaban podía ser; y de allí a muy
poco descubrieron muchos encamisados, cuya temerosa visión de todo punto
remató el ánimo de Sancho Panza, el cual comenzó a dar diente con diente,
como quien tiene frío de cuartana; y creció más el batir y dentellear
cuando distintamente vieron lo que era, porque descubrieron hasta veinte

Página 102 de 838
 


Grupo de Paginas:                                     

Compartir:




Diccionario: