Don Quijote de la Mancha (Miguel de Cervantes Saavedra) Libros Clásicos

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en un momento dejaron la refriega y comenzaron a correr por aquel campo con
las hachas encendidas, que no parecían sino a los de las máscaras que en
noche de regocijo y fiesta corren. Los enlutados, asimesmo, revueltos y
envueltos en sus faldamentos y lobas, no se podían mover; así que, muy a su
salvo, don Quijote los apaleó a todos y les hizo dejar el sitio mal de su
grado, porque todos pensaron que aquél no era hombre, sino diablo del
infierno que les salía a quitar el cuerpo muerto que en la litera llevaban.
Todo lo miraba Sancho, admirado del ardimiento de su señor, y decía entre
sí:
-Sin duda este mi amo es tan valiente y esforzado como él dice.
Estaba una hacha ardiendo en el suelo, junto al primero que derribó la
mula, a cuya luz le pudo ver don Quijote; y, llegándose a él, le puso la
punta del lanzón en el rostro, diciéndole que se rindiese; si no, que le
mataría. A lo cual respondió el caído:
-Harto rendido estoy, pues no me puedo mover, que tengo una pierna
quebrada; suplico a vuestra merced, si es caballero cristiano, que no me
mate; que cometerá un gran sacrilegio, que soy licenciado y tengo las
primeras órdenes.
-Pues, ¿quién diablos os ha traído aquí -dijo don Quijote-, siendo hombre
de Iglesia?
-¿Quién, señor? -replicó el caído-: mi desventura.
-Pues otra mayor os amenaza -dijo don Quijote-, si no me satisfacéis a todo
cuanto primero os pregunté.
-Con facilidad será vuestra merced satisfecho -respondió el licenciado-; y
así, sabrá vuestra merced que, aunque denantes dije que yo era licenciado,
no soy sino bachiller, y llámome Alonso López; soy natural de Alcobendas;
vengo de la ciudad de Baeza con otros once sacerdotes, que son los que
huyeron con las hachas; vamos a la ciudad de Segovia acompañando un cuerpo
muerto, que va en aquella litera, que es de un caballero que murió en
Baeza, donde fue depositado; y ahora, como digo, llevábamos sus huesos a su
sepultura, que está en Segovia, de donde es natural.
-¿Y quién le mató? -preguntó don Quijote.
-Dios, por medio de unas calenturas pestilentes que le dieron -respondió el
bachiller.
-Desa suerte -dijo don Quijote-, quitado me ha Nuestro Señor del trabajo
que había de tomar en vengar su muerte si otro alguno le hubiera muerto;
pero, habiéndole muerto quien le mató, no hay sino callar y encoger los
hombros, porque lo mesmo hiciera si a mí mismo me matara. Y quiero que sepa
vuestra reverencia que yo soy un caballero de la Mancha, llamado don
Quijote, y es mi oficio y ejercicio andar por el mundo enderezando tuertos
y desfaciendo agravios.
-No sé cómo pueda ser eso de enderezar tuertos -dijo el bachiller-, pues a

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