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letra mía ni carta mía, porque mis amores y los suyos han sido siempre
platónicos, sin estenderse a más que a un honesto mirar. Y aun esto tan de
cuando en cuando, que osaré jurar con verdad que en doce años que ha que la
quiero más que a la lumbre destos ojos que han de comer la tierra, no la he
visto cuatro veces; y aun podrá ser que destas cuatro veces no hubiese ella
echado de ver la una que la miraba: tal es el recato y encerramiento con
que sus padres, Lorenzo Corchuelo, y su madre, Aldonza Nogales, la han
criado.
-¡Ta, ta! -dijo Sancho-. ¿Que la hija de Lorenzo Corchuelo es la señora
Dulcinea del Toboso, llamada por otro nombre Aldonza Lorenzo?
-Ésa es -dijo don Quijote-, y es la que merece ser señora de todo el
universo.
-Bien la conozco -dijo Sancho-, y sé decir que tira tan bien una barra como
el más forzudo zagal de todo el pueblo. ¡Vive el Dador, que es moza de
chapa, hecha y derecha y de pelo en pecho, y que puede sacar la barba del
lodo a cualquier caballero andante, o por andar, que la tuviere por señora!
¡Oh hideputa, qué rejo que tiene, y qué voz! Sé decir que se puso un día
encima del campanario del aldea a llamar unos zagales suyos que andaban en
un barbecho de su padre, y, aunque estaban de allí más de media legua, así
la oyeron como si estuvieran al pie de la torre. Y lo mejor que tiene es
que no es nada melindrosa, porque tiene mucho de cortesana: con todos se
burla y de todo hace mueca y donaire. Ahora digo, señor Caballero de la
Triste Figura, que no solamente puede y debe vuestra merced hacer locuras
por ella, sino que, con justo título, puede desesperarse y ahorcarse; que
nadie habrá que lo sepa que no diga que hizo demasiado de bien, puesto que
le lleve el diablo. Y querría ya verme en camino, sólo por vella; que ha
muchos días que no la veo, y debe de estar ya trocada, porque gasta mucho
la faz de las mujeres andar siempre al campo, al sol y al aire. Y confieso
a vuestra merced una verdad, señor don Quijote: que hasta aquí he estado en
una grande ignorancia; que pensaba bien y fielmente que la señora Dulcinea
debía de ser alguna princesa de quien vuestra merced estaba enamorado, o
alguna persona tal, que mereciese los ricos presentes que vuestra merced le
ha enviado: así el del vizcaíno como el de los galeotes, y otros muchos que
deben ser, según deben de ser muchas las vitorias que vuestra merced ha