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a Lotario, quiso salir y descubrirse, porque tal cosa no se hiciese; pero
detúvole el deseo de ver en qué paraba tanta gallardía y honesta
resolución, con propósito de salir a tiempo que la estorbase.
»Tomóle en esto a Camila un fuerte desmayo, y, arrojándose encima de una
cama que allí estaba, comenzó Leonela a llorar muy amargamente y a decir:
»-¡Ay, desdichada de mí si fuese tan sin ventura que se me muriese aquí
entre mis brazos la flor de la honestidad del mundo, la corona de las
buenas mujeres, el ejemplo de la castidad...!
»Con otras cosas a éstas semejantes, que ninguno la escuchara que no la
tuviera por la más lastimada y leal doncella del mundo, y a su señora por
otra nueva y perseguida Penélope. Poco tardó en volver de su desmayo
Camila; y, al volver en sí, dijo:
»-¿Por qué no vas, Leonela, a llamar al más leal amigo de amigo que vio el
sol o cubrió la noche? Acaba, corre, aguija, camina, no se esfogue con la
tardanza el fuego de la cólera que tengo, y se pase en amenazas y
maldiciones la justa venganza que espero.
»-Ya voy a llamarle, señora mía -dijo Leonela-, mas hasme de dar primero
esa daga, porque no hagas cosa, en tanto que falto, que dejes con ella que
llorar toda la vida a todos los que bien te quieren.
»-Ve segura, Leonela amiga, que no haré -respondió Camila-; porque, ya que
sea atrevida y simple a tu parecer en volver por mi honra, no lo he de ser
tanto como aquella Lucrecia de quien dicen que se mató sin haber cometido
error alguno, y sin haber muerto primero a quien tuvo la causa de su
desgracia. Yo moriré, si muero, pero ha de ser vengada y satisfecha del que
me ha dado ocasión de venir a este lugar a llorar sus atrevimientos,
nacidos tan sin culpa mía.
»Mucho se hizo de rogar Leonela antes que saliese a llamar a Lotario, pero,
en fin, salió; y, entre tanto que volvía, quedó Camilia diciendo, como que
hablaba consigo misma:
»-¡Válame Dios! ¿No fuera más acertado haber despedido a Lotario, como
otras muchas veces lo he hecho, que no ponerle en condición, como ya le he
puesto, que me tenga por deshonesta y mala, siquiera este tiempo que he de
tardar en desengañarle? Mejor fuera, sin duda; pero no quedara yo vengada,
ni la honra de mi marido satisfecha, si tan a manos lavadas y tan a paso
llano se volviera a salir de donde sus malos pensamientos le entraron.
Pague el traidor con la vida lo que intentó con tan lascivo deseo: sepa el
mundo, si acaso llegare a saberlo, de que Camila no sólo guardó la lealtad