Página 282 de 838
misa la media, y que fue poco versado en las historias caballerescas,
porque si él las hubiera leído y pasado tan atentamente y con tanto espacio
como yo las pasé y leí, hallara a cada paso cómo otros caballeros de menor
fama que la mía habían acabado cosas más dificultosas, no siéndolo mucho
matar a un gigantillo, por arrogante que sea; porque no ha muchas horas que
yo me vi con él, y... quiero callar, porque no me digan que miento; pero el
tiempo, descubridor de todas las cosas, lo dirá cuando menos lo pensemos.
-Vístesos vos con dos cueros, que no con un gigante -dijo a esta sazón el
ventero.
Al cual mandó don Fernando que callase y no interrumpiese la plática de don
Quijote en ninguna manera; y don Quijote prosiguió diciendo:
-Digo, en fin, alta y desheredada señora, que si por la causa que he dicho
vuestro padre ha hecho este metamorfóseos en vuestra persona, que no le
deis crédito alguno, porque no hay ningún peligro en la tierra por quien no
se abra camino mi espada, con la cual, poniendo la cabeza de vuestro
enemigo en tierra, os pondré a vos la corona de la vuestra en la cabeza en
breves días.
No dijo más don Quijote, y esperó a que la princesa le respondiese, la
cual, como ya sabía la determinación de don Fernando de que se prosiguiese
adelante en el engaño hasta llevar a su tierra a don Quijote, con mucho
donaire y gravedad, le respondió:
-Quienquiera que os dijo, valeroso caballero de la Triste Figura, que yo me
había mudado y trocado de mi ser, no os dijo lo cierto, porque la misma que
ayer fui me soy hoy. Verdad es que alguna mudanza han hecho en mí ciertos
acaecimientos de buena ventura, que me la han dado la mejor que yo pudiera
desearme, pero no por eso he dejado de ser la que antes y de tener los
mesmos pensamientos de valerme del valor de vuestro valeroso e invenerable
brazo que siempre he tenido. Así que, señor mío, vuestra bondad vuelva la
honra al padre que me engendró, y téngale por hombre advertido y prudente,
pues con su ciencia halló camino tan fácil y tan verdadero para remediar mi
desgracia; que yo creo que si por vos, señor, no fuera, jamás acertara a
tener la ventura que tengo; y en esto digo tanta verdad como son buenos
testigos della los más destos señores que están presentes. Lo que resta es
que mañana nos pongamos en camino, porque ya hoy se podrá hacer poca
jornada, y en lo demás del buen suceso que espero, lo dejaré a Dios y al