Don Quijote de la Mancha (Miguel de Cervantes Saavedra) Libros Clásicos

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cabrillas, que son como unos alhelíes y como unas flores, casi tres cuartos
de hora, y Clavileño no se movió de un lugar, ni pasó adelante.

-Y, en tanto que el buen Sancho se entretenía con las cabras -preguntó el
duque-, ¿en qué se entretenía el señor don Quijote?

A lo que don Quijote respondió:

-Como todas estas cosas y estos tales sucesos van fuera del orden natural,
no es mucho que Sancho diga lo que dice. De mí sé decir que ni me descubrí
por alto ni por bajo, ni vi el cielo ni la tierra, ni la mar ni las arenas.
Bien es verdad que sentí que pasaba por la región del aire, y aun que
tocaba a la del fuego; pero que pasásemos de allí no lo puedo creer, pues,
estando la región del fuego entre el cielo de la luna y la última región
del aire, no podíamos llegar al cielo donde están las siete cabrillas que
Sancho dice, sin abrasarnos; y, pues no nos asuramos, o Sancho miente o
Sancho sueña.

-Ni miento ni sueño -respondió Sancho-: si no, pregúntenme las señas de las
tales cabras, y por ellas verán si digo verdad o no.

-Dígalas, pues, Sancho -dijo la duquesa.

-Son -respondió Sancho- las dos verdes, las dos encarnadas, las dos azules,
y la una de mezcla.

-Nueva manera de cabras es ésa -dijo el duque-, y por esta nuestra región
del suelo no se usan tales colores; digo, cabras de tales colores.

-Bien claro está eso -dijo Sancho-; sí, que diferencia ha de haber de las
cabras del cielo a las del suelo.

-Decidme, Sancho -preguntó el duque-: ¿vistes allá en entre esas cabras
algún cabrón?

-No, señor -respondió Sancho-, pero oí decir que ninguno pasaba de los
cuernos de la luna.

No quisieron preguntarle más de su viaje, porque les pareció que llevaba
Sancho hilo de pasearse por todos los cielos, y dar nuevas de cuanto allá
pasaba, sin haberse movido del jardín.

En resolución, éste fue el fin de la aventura de la dueña Dolorida, que dio
que reír a los duques, no sólo aquel tiempo, sino el de toda su vida, y que
contar a Sancho siglos, si los viviera; y, llegándose don Quijote a Sancho,
al oído le dijo:

-Sancho, pues vos queréis que se os crea lo que habéis visto en el cielo,
yo quiero que vos me creáis a mí lo que vi en la cueva de Montesinos; y no
os digo más.





Capítulo XLII. De los consejos que dio don Quijote a Sancho Panza antes que
fuese a gobernar la ínsula, con otras cosas bien consideradas

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