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Cuando en el silencio, custodiando el Odio, llegan del Hastío las rondas crüeles, sobre esas heridas: flores de la sombra, ella agita y vuelca su taza de mieles...
Cuando en mis severas Misas taciturnas se oye tu fanfarria, de sones ligeros, el Genio, vencido por tu musa loca suaviza del rito los bronces austeros.
Tus líricas flautas y tus ocarines anuncian la fiesta de las harmonías, y mariposean por toda la gama crescendos chispeantes como pedrerías.
Por eso, semeja tu boca un mineático salón, decorado con frescos de notas, donde baila siempre, cautiva parlera, una roja dama, galantes gavotas.
Por eso, te ofrecen mis cisnes altivos, que tus adorables alondras desdeñan, la dulce agonía del último canto y doblan el cuello y escuchan y sueñan.
Por eso, si bebo tu risa bohemia, -armónico vaso de néctares suaves-¡mi pobre cabeza se llena de luna y claudican todos sus órganos graves!
Ratos buenos
Está lloviendo paz. ¡Qué temas viejos reviven en las noches de verano...!
Se queja una guitarra, allá, a lo lejos, y mi vecina hace reír el piano.
Escucho fumo y bebo, mientra el fino teclado da otra vez su sinfonía: El cigarro, la música y el vino, familiar, generosa trilogía...
...¡Tengo unas ganas de vivir la riente vida de placidez que me rodea! Y por eso quizás, inútilmente, en el cerebro un cisne me aletea...
¡Qué bien se está, cuando el ensueño en una tranquila plenitud se ve tan vago...! ¡Oh, quien pudiera diluir la Luna y beberla en la copa, trago a trago!
Todo viene apacible del olvido en una caridad de cosas bellas, así como si Dios, arrepentido, se hubiese puesto a regalar estrellas.