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de las academias de un perro Vizcacha.
Y otro, que en su orgullo se llama nietzcheano, siempre maculado de filosofías, en cien bellas frases, de credo inhumano, expone a la Horda tremendas teorías...
Y otro, que con aire de doncel apuesto finge repulsiones hablando de acracia, cuidando la forma de su noble gesto impone el buen gusto de su aristocracia.
Y otro, que el Domingo va a las conferencias, donde dragonea ya de libertario, afirma que toda clase de violencias es en estos días un mal necesario.
Y otro, patriotero, bravo y talentoso, -nació en Entre-Ríos- elogiando el suelo de su cuna, agrega, que en tiempo glorioso fue hermano en Calandria, y hermano en mi
abuelo.
Y otro, de impecada flacura de asceta, que a veces fulmina no sé que amenaza, es el escuchado tonante profeta que augura el destino mejor de la Raza.
Y algunos, que acaso fueran ovejeros en las mocedades de sus correrías, relatan historias de gauchos matreros con quienes pelearon a las policías.
Y otros, caballeros que leen Don Quijote ya han recibido más de una pedrea, casi pontifican que siempre el azote ha sido recurso de toda ralea...
Y otros, familiares reliquias vivientes que atiende el Estado, sarnosos y viejos,
más con su prestigio de bocas sin dientes, inician a varios que piden consejos.
...Y ahí están. De pronto vuelven, todos juntos, a narrarse, en orden, sus melancolías: pregunta y respuesta, como en contrapuntos de fúnebres salmos que son letanías.
¡Parece que el alma de los payadores hubiese pasado por sobre la tropa, y que, frente a graves jueces gruñidores, está Santos Vega y está Juan sin Ropa!