Peter Pan (J.M. Barrie) Libros Clásicos

Página 23 de 166

Eran unas lamparillas encantadoras y habría sido de desear que pudieran haberse mantenido despiertas para ver a Peter, pero la lamparilla de Wendy parpadeó y soltó un bostezo tal que las otras dos también bostezaron y antes de cerrar la boca las tres se habían apagado.
Ahora había otra luz en la habitación, mil veces más brillante que las lamparillas y en el tiempo que hemos tardado en decirlo, ya ha estado en todos los cajones del cuarto de los niños, buscando la sombra de Peter, ha revuelto el armario y ha sacado todos los bolsillos. En realidad no era una luz: creaba esta luminosidad porque volaba de un lado a otro a gran velocidad, pero cuando se detenía un segundo se veía que era un hada, de apenas un palmo de altura, pero todavía en etapa de crecimiento. Era una muchacha llamada Campanilla, primorosamente vestida con una hoja, de corte bajo y cuadrado, a través de la cual se podía ver muy bien su figura. Tenía una ligera tendencia a engordar.
Un momento después de la entrada del hada la ventana se abrió de golpe por el soplido de las estrellitas y Peter se dejó caer dentro. Había llevado a Campanilla parte del camino y todavía tenía la mano manchada de polvillo de hada.
-Campanilla -llamó en voz baja, tras asegurarse de que los niños estaban dormidos-. Campanilla, ¿dónde estás? En ese momento estaba en un jarro, disfrutando de lo lindo: no había estado en un jarro en su vida.
-Vamos, sal de ese jarro y dime, ¿sabes dónde han puesto mi sombra?
Un tintineo maravilloso como de campanas doradas le contestó. Ese es el lenguaje de las hadas.

Página 23 de 166
 

Paginas:
Grupo de Paginas:           

Compartir:




Diccionario: