Página 1 de 18
El trombón de Navidad
Raymond E. Banks
Era el día de Nochebuena y Shorty se dirigió al armario y sacó su viejo trombón
de varas. Dio un par de emboladas, probó la embocadura y pegó un fuerte
resoplido. Entonces, el instrumento exhaló dos lúgubres balidos.
- Cuelga el teléfono - se dijo a sí mismo -, que has vuelto a equivocarte de
número...
Llegó hasta él el insistente repiqueteo del dedal de la señora Thompson sobre
los tubos del radiadon Shorty tenía una patrona muy peculiar; era la solterona
más recalcitrante e insoportable de todo Blessington, y no fomentaba,
verdaderamente, la libertad de expresión de sus pupilos.
Shorty produjo dos notas suaves y burlonas con su instrumento. Dos trompetazos
lo suficientemente fuertes y sonoros para que llegaran hasta el oído de su
patrona. Aunque él jamás se hubiera atrevido a trompetearle en voz alta todo lo
que pensaba de ella.
Escondió el instrumento debajo de su abrigo y se fue escaleras abajo. La señora
Thompson lo abordó en el cuarto de estar.
- ¿Otra vez tocando su viejo trombón, Shorty? - rezongó.
- Voy a tocar unos villancicos - respondió él tímidamente.
- Los conos musicales lo hacen mucho mejor - repuso la patrona, con un
convencimiento que no dejaba lugar a dudas -. Y si se pone usted a tocar
villancicos, le echarán de la ciudad por perturbar la paz.
- Llevo cuarenta y cinco años viviendo en Blessington - añadió Shorty -, de
hombre, de muchacho y... de renacuajo, y me gustaría saber quién es el guapo que
va a intentar echarme de la ciudad.