Riquezas peruanas: colección de artículos descriptivos escritos para La Tribuna (Modesto Basadre y Chocano) Libros Clásicos

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agradable sueño, a bordo de nuestra lancha, amarrada a la balsa, y
abrigado por un gran poncho, compañero constante de mis multiplicadas
excursiones. A las cinco de la mañana, nos separamos de la balsa, y nos
dirigimos a ciertos Esteros, que eran, al decir del baqueano o práctico
que nos acompañaba, muy frecuentados por los caimanes. Al entrar al
Yaguachi, sufrimos un naufragio; nuestra embarcación se embancó, y la
corriente de agua, veloz y fuerte en ese punto, volteó la lancha,
arrojando a tres de nosotros al agua; yo fui uno de ellos. Felizmente, los
diestros marineros nos salvaron, quedando, sin embargo, bien empapados en
agua. Pudimos distinguir una choza en tierra, y luego vinieron en nuestro
auxilio tres mocetones, zambos altos y fuertes, que en un momento
enderezaron la lancha, y en su canoa nos condujeron a la inmediata tierra.
Tuvimos que desnudarnos, quedándonos sin aquella hoja de higuera tan
afamada, de nuestro Padre Adán. Los zambos esos nos encendieron una gran
fogata, y nuestra ropa se secó en menos de una hora. La canoa era formada
del gran tronco de un corpulento árbol; tenía como ocho varas de largo y
una y media de ancho y más de una de profundidad. Esos hombres vivían en
una casa construida de varios grandes postes, con atravesaños en la parte
superior, y sobre esos atravesaños construida la habitación, consistente
de dos grandes cuartos. Todas las paredes eran de caña y totora, y los
utensilios todos domésticos, eran dos o tres ollas de barro, y un cántaro
del mismo material; eran los cuidadores de los grandes sembríos de arroz,

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