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Están a mil kilómetros del cielo. ¡Y tú dices
que quieres mostrarles el cielo desde donde están paradas! ¡Juan, ni siquiera
pueden ver los extremos de sus propias alas! Quédate aquí. Ayuda a las
gaviotas novicias de aqui, que están bastante avanzadas como para
comprender lo que tienes que decirles.
Se quedó callado un momento, y luego dijo:
-¿Qué habría pasado si Chiang hubiese vuelto a sus antiguos mundos? ¿Dónde
estarías tú ahora?
El último punto era el decisivo, y Rafael tenía razón. Gaviota que ve lejos,
vuelta alto.
Juan se quedó y trabajó con los novicios que iban llegando, todos muy listos y
rápidos en sus deberes. Pero volvióle el viejo recuerdo, y no podía dejar de
pensar en que a lo mejor había una o dos gaviotas allá en la Tierra que
también podrían aprender. ¡Cuánto más habría sabido ahora si Chiang le
hubiese ayudado cuando era un Exilado!
-Rafa, tengo que volver -dijo por fin-. Tus alumnos van bien. Te podrán incluso
ayudar con los nuevos.
Rafael suspiró, pero prefirió no discutir. -Creo que te echaré de menos, Juan
-fue todo lo que le dijo.
-¡Rafa, qué vergüenza! -dijo Juan reprochándole-. ¡No seas necio! ¿Qué
intentamos practicar todos los días? ¡Si nuestra amistad depende de cosas
como el espacio y el tiempo, entonces, cuando por fin superemos el espacio y
el tiempo, habremos destruido nuestra propia hermandad! Pero supera el
espacio, y nos quedará sólo un Aqui. Supera el tiempo, y nos quedará sólo un
Ahora. Y entre el Aqui y el Ahora, ¿no crees que podremos volver a vernos un