Entre sueños (Gustavo Adolfo Becquer) Libros Clásicos

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Pasó el día, llegó la noche, metíme en la cama, y aquí te quiero ver escopeta, o mejor dicho, aquí te quiero ver reloj -exclamé para mi almilla-, acomodándome como mejor pude en el fementido lecho y cerrando los ojos no sin haber antes apagado la luz con el tacón de una bota.
El reloj, en efecto, hubo de comprender que había llegado la hora de lucir sus habilidades y pareció como que empezaba a moverse con un ruido más igual y perceptible.
Al principio el compasado tric... trac del péndulo que llevaba la batuta en esa misteriosa sinfonía de ruidos que accidentan el alto silencio de la noche, me distrajo un poco, y hasta puedo decir que me acompañó en la soledad. Al cabo de una media hora comencé a encontrar alguna monotonía en aquel continuo y alternado martilleo, y si con la voluntad hubiera podido hacer que se apresurase o se retardara el movimiento del péndulo, de seguro lo habría apresurado o detenido. Más tarde, cuando comenzaron mis párpados a cerrarse insensiblemente, cuando hasta mis ideas se elaboraban con más lentitud, cuando el sopor del sueño comenzó a embargarme con su voluptuosa languidez, cien veces estuve tentado de levantarme a parar aquella maldita máquina que con imperturbable compás seguía sonando sin debilitar su ruido ni retardarlo a medida que todo se apagaba y parecía borrarse dentro y fuera de mí.
Unas tras otras, mis ideas reales fueron desapareciendo, y otra serie de ideas informes que pertenecen a la vida del sueño, que es sin duda alguna una existencia doble y aparte de la existencia positiva, se alzaron del fondo de mi cerebro y comenzaron a flotar como un vapor ligerísimo ante los ojos del alma.

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