Página 43 de 248
Se lo llevó a bordo cuando evidentemente tomó el navío.
-
Está bien - dijo Trask -. No podemos estar seguros de nada, pero tenemos algunas razones para pensar que fue a Tanith y eso es más de lo que poseemos de cualquier otro planeta de la Antigua Federación. Yo no trataré de calcular las posibilidades en contra nuestra de que le encontremos allí, pero creo que son bastante mayores que en cualquier otra parte. Iremos primero a Tanith.
-¿Dice que compró suministros y munición?
VII
La pantalla visora exterior, que había estado vacantemente gris durante tres mil horas, aparecía ahora como un torbellino vertiginoso de color, el color indescriptible de un colapso hiperespacial, de un campo de fuerzas. Nunca dos observadores lo vieron jamás igual y ninguna imaginación podría visionar su actualidad. Trask encontró con que estaba conteniendo el aliento. El se dio cuenta que lo mismo le pasaba a Otto Harkaman, a su lado. Era algo, evidentemente, a lo que nadie se acostumbraba. Ni siquiera Guatt Kirbey, el astrogador, que se sentaba, con su pipa aferrada en la boca, mirando la pantalla.
Luego, en un instante, las estrellas, que literalmente no habían estado allí antes, llenaron la pantalla con un brillo esplendoroso destacando contra el terciopelo negro del espacio normal. Precisamente en el centro más brillante que todo lo demás, la Estrella de Ertado, el sol de Tanith, ardía amarillenta. Su luz tenía diez horas de distancia.
-
Bastante bien Guatt - dijo Harkaman, cogiendo su taza de café.
-
Bueno, Gehenna; fue perfecto dijo alguien más.
Kirbey volvía a encender su pipa.