La lucha por la vida I (Pío Baroja) Libros Clásicos

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costumbre o por higiene.

El tenedor de libros se largaba a las ocho de la mañana sin
desayunarse; el cura salía in albis para decir misa; pero los comisionistas
tenían la audaz pretensión de tomar algo en casa, y la patrona empleaba
un procedimiento muy sencillo para no darles ni agua: los dos
comisionistas comenzaban su trabajo de nueve y media a diez; se
acostaban muy tarde, y encargaban a la patrona que les despertase a las
ocho y media; ella cuidaba de no llamarles hasta las diez. Al despertarse
los viajantes y ver la hora, se levantaban, se vestían de prisa y escapaban
disparados, renegando de la patrona. Luego, cuando el elemento
femenino de la casa daba señales de vida, se oían por todas partes gritos,
voces destempladas, conversaciones de una alcoba a otra, y se veía salir
de los cuartos, la mano armada con el servicio de noche, a la patrona, a
alguna de las hijas de doña Violante, a una vizcaína alta y gorda, y a otra
señora, a la que llamaban la Baronesa.

La patrona llevaba invariablemente cubrecorsé de bayeta amarilla; la
Baronesa, peinador lleno de manchas de cosmético, y la vizcaína,
corpiño rojo, por cuya abertura solía presentar a la admiración de los que
transitaban por el corredor una ubre monstruosa y blanca con gruesas
venas azules...

Después de aquella ceremonia matinal, y muchas veces durante la
misma, se iniciaban murmuraciones, disputas, chismes y líos, que


La lucha por la vida I. La busca

servían de comidilla para las horas restantes.

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