La lucha por la vida II (Pío Baroja) Libros Clásicos

Página 37 de 247


-Calla, calla; ¿para qué tanto alborotar? Prepárale agua y jabón y que se limpie.
Salió la mulata, y la baronesa contempló a Manuel atentamente.
-¿De modo que te ha contado ese hombre lo que vienes a hacer aquí?
-Sí, algo me ha dicho.
-¿Y estás conforme?
-Yo, si, señora.
Vamos, eres un filósofo. Me parece bien; ¿y qué has hecho hasta ahora?
Manuel contó su vida, fantaseando un poco, y entretuvo a la baronesa durante algún tiempo.
-Bueno, no cuentes eso a nadie, ¿sabes?..., y vete a lavarte.
I

La baronesa de Aynant, sus perros y su mulata de compañí
Se prepara una fars

Poco trabajo, poca comida y ropa limpia; estas condiciones encontró Manuel en casa de la baronesa, condiciones inmejorables.
Por la mañana, la obligación consistía en pasear los perros de la baronesa, y por la tarde, en algunos recados. A veces, los primeros días, experimentaba la nostalgia de la vida bohemia. Unos cuantos tomos de novelones por entregas que le prestó la niña Chucha mitigaron su afán de corretear por las calles y le transportaron, en compañía de Fernández y González y Tárrago y Mateos, a la vida del siglo XVII, con sus caballeros bravucones y damas enamoradas.
Niña Chucha, habladora sempiterna, contó a Manuel en varios folletines, la vida de su amita, como llamaba a la baronesa.
La baronesa de Aynant, Paquita Figueroa, era una mujer original. Su padre, rico señor cubano, la envió a los dieciocho años, acompañada de una tía, a que conociera Europa. En el vapor, un joven flamenco, rubio y blanco, elegante, con un tipo de Van Dyck, le hizo la corte; la muchacha le correspondió con todo el entusiasmo de los trópicos, y al mes de llegar a España la cubana se llamaba la baronesa de Aynant y marchaba con su marido a vivir a Amberes.

Página 37 de 247
 

Paginas:
Grupo de Paginas:             

Compartir:




Diccionario: