La lucha por la vida II (Pío Baroja) Libros Clásicos

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En esta segunda época de su amor los dos cónyuges echaron un velo sobre la cuestión capital que los dividía; la baronesa y el barón hicieron mutuas concesiones, y la baronesa iba a terminar en una buena dama flamenca cuando quedó viuda.
Volvió a Madrid con su hija, y pronto sus instintos levantiscos se despertaron; su cuñado, tutor y tío de la niña le pasaba un tanto al mes, pero esto no le bastaba. Un amigo de su padre, un señor don Sergio Redondo, comerciante riquísimo, le ofreció la mano; pero la baronesa no la aceptó y prefirió la protección de aquel señor a ser su mujer. Pronto le engañó con cualquiera, y en plena trapisonda vivió durante doce años.
En medio de sus prodigalidades, de sus locuras y de sus caprichos, la baronesa tenía un fondo moral y apartaba a su hija por completo del mundo en que ella vivía; la puso interna en un colegio de monjas, y todos los meses, el primer dinero que encontraba era para pagar el colegio de la niña. Cuando ésta terminase su educación la llevaría a Amberes y viviría con ella, resignándose a ser una señora respetable.
Niña Chucha gruñía y se incomodaba con las ocurrencias de su amita, pero terminaba siempre obedeciéndola.
Manuel se encontraba en aquella casa en el paraíso; no tenía nada que hacer, y se pasaba las horas muertas fumando, si había qué, o paseando por la Moncloa, acompañado de los tres perros de la baronesa.
Mientras tanto, Mingote laboraba. El plan de Mingote era explotar a don Sergio Redondo, amigo del padre de la baronesa y antiguo protectorde la dama. Ésta, con su instinto de mujer enredadora y trapisondista, manifestó a su antiguo protector que, de sus relaciones, tenia un hijo; después, que el hijo habla muerto, y luego, nuevamente, que el hijo vivía.

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