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Las inquietudes de Shanti Andía
Pío Baroja
Prólogo de Miguel Sánchez-Ostiz
Prólogo
Miguel Sánchez-Ostiz
Las inquietudes de Shanti Andía, de 1911, es la novela de una de las fascinaciones o entusiasmos barojianos: el mar y los marinos. «El haber nacido junto al mar me gusta; me ha parecido siempre como un augurio de libertad y de cambio», dirá al comienzo de sus memorias. Baroja, en varios pasajes de esta novela, echa en falta el mar, de manera expresa y con una épica agónica, el mar de antaño, el mar de la aventura, el mar de los veleros y de los capitanes de altura, el de las carreras de ultramar, a cuyas postrimerías asistió de niño cuando vivía en San Sebastián y desde una casa familiar veía los aparejos de los veleros, los barcos atracados en el puerto y por el muelle paseaban gentes que habían vivido aquella vida. No será la única novela alentada por su entusiasmo por el mar y los marinos, porque a ésta la seguirán El laberinto de las sirenas (1923), Los pilotos de altura (1929) y La estrella del capitán Chimista (1930). Volverá a ello en sus artículos -y libros misceláneos. En 1920 se publicaría una edición ilustrada por Ricardo Baroja y por Ramón de Zubiaurre.
Baroja fue un aventurero pasivo, más que un mero sedentario, alguien fascinado por las gentes arriesgadas que ponían su vida al tablero con humor más o menos vagabundo, o mayor o menor suerte: Zalacaín
o el mismo Aviraneta pueden ser los más llamativos, pero no son los únicos. No olvidara Juanito Galardi, «un vasco decidido y valiente», de El laberinto de las sirenas, donde hay un texto magnífico sobre los rnascarones de proa.