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probaba su funcionamiento. Finalmente quitó la cubierta y vió con disgusto que
se trataba del viejo tipo Mark 1 en lugar del moderno Mark III, con control
automático, como él esperaba hallar.
Lingard hizo notar esto a Stinson, mientras se ayudaban mutuamente a colocarse
los uniformes de vuelo.
- Ese modelo tiene por lo menos media tonelada de lastre inútil y nos acorta
considerablemente la aceleración - apuntó Lingard.
- Tenemos autorización del comandante en jefe para desecharlo - contestó
Stinson. Mejor será que se ajuste el cinturón de vuelo.
Ocupó el puesto del piloto. Puso en marcha los motores y empezó a llamar a la
torre de control pidiendo vía libre.
Lingard no apartaba la vista del cronómetro Cuando el segundero llegó al punto
indicado, Stínson, sin hacer ninguna ceremonia, apretó el botón para ponerlo en
marcha.
Permanecieron un instante bajo el sonido atronador de los motores y, de repente,
una mano gigantesca pareció asir a la aeronave y la lanzó con una fuerza
increíble a lo largo del túnel, hacia el silencio y la negrura del espacio. Un
momento después Stinson cortó los gases para dejar los motores en un susurro,
niveló, con el plano de la eclíptica por horizonte, y puso rumbo a los límites
exteriores del contorno del asteroide.
- Bueno, Lingard - le dijo Stínson con mucha menos acritud de lo usual en él -,
este es el momento para el que ha vivido v se ha entrenado todos estos años.
¿Cómo lo encuentra?
- Me tengo mucho sentido de la realidad - admitió el otro francamente -, sino