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Jackoes aguantan muy bien esta radiación tan fuerte. Yo sé que el personal de
nuestro Cuartel General está a favor de esta teoría; de hecho hablan como si a
los Jackoes nada les gustara tanto como bañarse en fuertes radiaciones dos o
tres veces al día.
- Usted no está muy conforme con eso, al parecer.
- Yo... Ciertamente que no. Le diré lo que pienso. Creo que cualquier Jacko que
lanza la onda-D, desde un recinto cerrado, como una de sus naves, muere unas
seis semanas después, lo mismo que nos ocurriría a nosotros. Es más, sé que los
pilotos de combate de los Jackoes lo saben y por eso siempre se baten hasta el
final y cuando se ven derrotados vuelan sus naves. Mire el aspecto de este
individuo, dijo señalando la pantalla de observación. Está tratando de atacar a
nuestras naves antes de que lo abatan, aunque debe reconocer que no tiene
ninguna probabilidad de escape... Mire, ahí va.
Según miraban, la pequeña burbuja que había empezado a balancearse en un
estrecho arco, comenzó a hincharse de un modo desmesurado y, por fin, reventó.
Ya no estaba allí.
- ¡Pobre! - exclamó Stinson.
- Algunas veces pienso que usted ama a estas criaturas - le dijo Lingard
mirándole un poco irritado.
- No las odio tanto como usted - fue la respuesta -. Aun cuando parecieran
cocodrilos, pulpos o tuvieran dos cabezas y las bocas en sus estómagos, todavía
pensaría que son bastante buenos chicos. Antes que sus naves se pongan en
marcha, deben saber que no tienen ninguna probabilidad de sobrevivir.