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Ahora comprenderá lo que mencioné hace un rato en nuestra conversación, cuando hablé del azar. No puedo controlar mi entrada o salida. Algunas personas, algunas atmósferas humanas, ciertas fuerzas errantes, pensamientos, incluso deseos-la radiación de ciertas combinaciones de colores, y sobretodo, las vibraciones de ciertos tipos de música, me arrojan a un estado que sólo puedo describir como una vibración interna, terrorífica e intensa-¡y repentinamente me disparo! ¡Lejos, en dirección de todos los ángulos rectos de nuestras direcciones conocidas! ¡Lejos, en la dirección que toma un cubo cuando comienza a trazar los contornos de una nueva figura, el tesaracto! ¡Lejos, hacia mi espacio superior, intenso y semi-divino! ¡Lejos, dentro de mí mismo, dentro del mundo de las cuatro dimensiones!
Quedó sin aliento y se dejó caer en las profundidades de la silla inmóvil.
-Y allí-murmuró, su voz surgiendo de entre los cojines-allí debo quedarme hasta que dichas vibraciones cesen, o hasta que hagan algo, que no puedo encontrar las palabras para describir de forma apropiada o inteligible para usted-y entonces, de repente, estoy de vuelta nuevamente. Primero, desaparezco. Luego reaparezco. Sólo que-suspiró-no puedo controlar mi entrada ni mi salida.
-Perfecto-exclamó el doctor Silence-, y por eso hace unos pocos....
-Por eso hace pocos momentos-interrumpió el señor Mudge, quitándole las palabras de la boca-, me encontró ido, y luego me vio retornar. La música de esa funesta banda Alemana me empujó. Sus intensos pensamientos sobre mí me trajeron de vuelta-cuando la banda hubo terminado su Wagner. Lo vi aproximarse al agujero y vi más tarde la intención de Barker de hacer lo mismo. Para mí ningún interior está oculto. Yo veo dentro. Cuando estoy en ese estado los contenidos de su mente, así como los de su cuerpo, están abiertos a mí como el día.