Una Víctima del Espacio Superior (Algernon Blackwood) Libros Clásicos

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Luego se había ido, y él se encontraba asiendo fuertemente sólo una corriente de aire tibio.
¡Ido!¡Ido!¡Ido!-gritaba una débil y susurrante voz en algún lugar dentro de su propia conciencia. ¡Perdido!¡Perdido!¡Perdido!-repetía, haciéndose cada vez más débil hasta que finalmente se desvaneció en la nada, y los últimos signos del señor Racine Mudge se desvanecieron con ella.
John Silence cerró su libro rojo y lo repuso en el gabinete, el cual aseguró con un clic, y cuando Barker acudió al campanilleo, le preguntó si el señor Mudge había dejado una tarjeta sobre la mesa. Aparentemente lo había hecho, y cuando el sirviente regresó con ella el doctor Silence leyó la dirección y tomó nota de ella. Era en el norte de Londres.
-El señor Mudge se ha ido-le dijo tranquilamente a Barker, notando su expresión de alarma.
-No se ha llevado su zombrero consigo, señor.
-El señor Mudge no necesita un sombrero donde se encuentra ahora-continuó el doctor, agachándose para atizar el fuego-. Pero podría regresar por él...
-¿Y el paraguas, señor?
-Y el paraguas.
-Si me lo permite, señor, él no salió por mi camino-tartamudeó el sorprendido sirviente, su curiosidad superando el nerviosismo.
-El señor Mudge tiene sus propias maneras de ir y venir, y las prefiere. Si llega a regresar por la puerta en cualquier momento, recuerda traérmelo inmediatamente, y se amable y gentil con él y no le hagas preguntas. Además, Barker, recuerda pensar agradablemente, compasivamente, afectuosamente en él mientras se encuentra ausente. El señor Mudge es un caballero que sufre mucho.
Barker hizo una reverencia y salió de la habitación de espaldas, jadeando y palpando dentro de su cuello con tres dedos de una mano, muy calientes.

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