La Casa Hechizada (Charles Dickens) Libros Clásicos

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perteneciente a la secta de la segunda escisión del pequeño Emmanuel), y fui a
la casa asistido por mi posadero y por Ikey.
El interior lo encontré trascendentalmente lúgubre, tal como esperaba. Las
sombras lentamente cambiantes que se movían sobre el, proyectadas por los altos
árboles, resultaban de lo más lúgubre; la casa estaba mal situada, mal
construida, mal planificada y mal terminada. Era húmeda, no estaba libre de
podredumbre, había en ella un olor a ratas y era triste víctima de esa
decadencia indescriptible que se apodera de toda obra hecha con manos humanas
cuando ésta ya no recibe la atención del hombre. Las cocinas y habitaciones
auxiliares eran demasiado grandes y se encontraban demasiado alejadas unas de
otras. Por encima y por debajo de las escaleras, pasillos estériles se cruzaban
entre las zonas de fertilidad que representaban las habitaciones; y había un
viejo y mohoso pozo sobre el que crecía la hierba, oculto como una trampa
asesina cerca de la parte de abajo de las escaleras traseras, bajo la doble fila
de campanas. Una de las campanas llevaba la etiqueta, sobre fondo negro con
descoloridas letras blancas, de AMO B. Me dijeron que ésa era la campana que más
sonaba.
-¿Quién era el Amo B.? -pregunté-. ¿Se sabe lo que hacía mientras el búho
ululaba?
-Tocaba la campana -contestó Ikey.
Me sorprendió bastante la destreza y rapidez con la que aquel joven lanzó contra
la campana su gorra de piel, haciéndola sonar. Era una campañia fuerte y
desagradable que produjo un sonido de le más destemplado. Las otras campanas
tenían escrito el nombre de las habitaciones a las que conducían sus cables:
como «habitación del cuadro», «habitación doble», «habitación del reloj»,
etcétera, Siguiendo hasta su origen la campana del Amo B., descubrí que el joven
caballero sólo tuvo un acomodo de tercera categoría en una habitación triangular
bajo el desván, con una chimenea esquinera que indicaba que el Amo B. tenía que

ser muy bajito para poder ser capaz de calentarse con ella, y una parte frontal
piramidal hasta el techo digna de Pulgarcito. El empapelado de un lado de la
habitación se había venido abajo totalmente llevándose con él trozos de
escayola, llegando casi a bloquear la puerta. Daba la impresión de que el Amo

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