La Casa Hechizada (Charles Dickens) Libros Clásicos

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para ser engañados ni para engañar, lo que nos parecía en gran parte lo mismo, y
que con un serio sentido de la responsabilidad seríamos estrictamente sinceros
unos con otros y seguiríamos estrictamente la verdad. Quedó establecido que
cualquiera que escuchara ruidos inusuales durante la noche, y deseara
rastrearlos, llamaría a mi puerta; y acordamos finalmente que en la noche
duodécima, la última noche de la sagrada Navidad, todas nuestras experiencias
individuales desde el momento de la llegada conjunta a la casa encantada serían
comunicadas para el bien de todos, y que hasta entonces mantendríamos silencio
sobre el tema a menos que alguna provocación notable exigiera que lo
rompiéramos.
En cuanto al número y el carácter éramos como ahora describo: en primer lugar
estábamos nosotros dos, mi hermana y yo. Al echar las habitaciones a suertes, a
mi hermana le correspondió su dormitorio, y a mí el del Amo B. Después estaba
nuestro primo hermano John Herschel, llamado así por el conocido astrónomo; y
supongo de él que es mejor con un telescopio que como hombre. Con él estaba su
esposa: una persona encantadora con la que se había casado la primavera
anterior. Consideré que, dadas las circunstancias, había sido bastante
imprudente el traerla con él, porque no se sabe lo que una falsa alarma puede
provocar en esos momentos, pero imagino que él conocerá bien sus propios asuntos
y sólo debo decir que de haber sido mi esposa en ningún momento habría dejado de
vigilar su rostro cariñoso brillante. Les correspondió la habitación del reloj.
. Alfred Starling, un joven inusualmente agradable, de veintiocho años, por el
que sentía yo el mayor agrado, le correspondió la habitación doble; la que había
sido mía, y que se designaba con ese nombre por tener en su interior un vestidor
y que incluía dos amplias y molestas ventanas que no conseguí evitar que dejaran
de moverse fuera cual fuera el tiempo, con viento o sin él. Alfredo es un joven
que pretende ser «n pido» (tal como entiendo yo el término, otra palabra para
decir «vago»), pero que es muy bueno y sensible para ese absurdo, y se habría
distinguido antes d ahora si por desgracia su padre no le hubiera dejad una
pequeña independencia de doscientas libras < año, teniendo en cuenta que su

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