La Casa Hechizada (Charles Dickens) Libros Clásicos

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Bartholomew o Bill. Si la inicial perteneciese a su apellido, y si éste fuese
Baxter, Black, Brown, Barker, Buggins, Baker o Bird. Si fuese un inclusero, y
por eso se le había bautizado como B. Si fuese un muchacho con corazón de león,
y por eso B. era una abreviatura de Britano. Si pudiese ser pariente de una
ilustre dama que animó mi propia infancia, y procedía de la sangre de la
Brillante Madre Bunch.
Me atormenté mucho con estas inútiles meditaciones. También traté de unir la
misteriosa letra con la apariencia y las actividades del fallecido,
preguntándome si vestiría Bien, llevaría Botas (no debía ser Bizco), era un
chico Brillante, le gustaban los Barcos, sabía jugar bien a los Bolos, tenía
alguna habilidad como Boxeador, incluso si en su Boyante y Baja edad se Bañaba
en una máquina de Bañar en Bognor, Bangor, Bournemouth, Brighton o Broadstairs,
Botando como una Bola de Billar.
Así que para empezar me sentí hechizado por la letra B.
No pasó mucho tiempo hasta que me di cuenta de que nunca, ni por azar, había
soñado con el Ar B. ni con nada que le perteneciera. Pero en cuan despertaba del
sueño, a cualquier hora de la noche mis pensamientos se centraban en él, y
deambulaban tratando de unir su letra inicial con algo que fuera adecuado.
Pasé así seis noches preocupado en la habitación del Amo B. cuando empecé a
darme cuenta de que las cosas estaban yendo por mal camino.
Su primera aparición se produjo a primera he de la mañana, cuando empezaba a
iluminar la luz del día. Estaba de pie, afeitándome frente al espejo cuando
descubrí de pronto con consternación asombro que no me estaba afeitando a mí
mismo un hombre de cincuenta años, sino a un muchacho ¡Evidentemente el Amo B.!
Me eché a temblar y miré por encima del hombro, pero no había nadie allí. Volví
a mirar el espejo y vi claramente los rasgos y la expresión de un muchacho que
se estaba afeitando no para quitarse barba, sino para conseguir que le saliera.
Extremadamente turbado en mi mente, di varias vueltas F la habitación y volví
frente al espejo, resuelto a asesinarme y terminar la operación en la que me
había turbado. Al abrir los ojos, que había cerrado hasta recuperar la firmeza,

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