La Casa Hechizada (Charles Dickens) Libros Clásicos

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llamara Hada), contesté rápidamente que consideraba a la señorita Pipson como un
hada circasiana.
-¿Y entonces, qué? -preguntó pensativamente la señorita Bule.
Contesté que debía ser engañada por un mercader, traída hasta mí cubierta con
velos y vendida como esclava.
(El otro ser había pasado ya a ocupar el segundo papel masculino dentro del
Estado y designado como Gran Visir. Más tarde se resistió a que se hubiera
dispuesto así de los acontecimientos, pero le tiré del pelo hasta que cedió.)
-¿Y no me sentiré celosa? -quiso saber la señorita Bule haciendo la pregunta con
la mirada baja.
-Zobaida, no -contesté yo-. Tú serás siempre la sultana favorita; el principal
lugar en mi corazón, y en mi trono, serán siempre para ti.
Una vez segura de eso, la señorita Bule consintió en proponer la idea a sus
siete hermosas compañeras. En el curso de ese mismo día se me ocurrió que
sabíamos que podríamos confiar en un alma sonriente y afable llamada Tabby, que
era la esclava servil de la casa y no representaba más valor que una de las
camas, y cuyo rostro estaba siempre más o menos manchado de color plomo, por lo
que tras la cena deslicé en la mano de la señorita Bule una pequeña nota a ese
efecto considerando que esas manchas plomizas hubieran sido en cierta manera
depositadas por el dedo de la providencia, designaba a Tabby como Mesrour, el
famoso jefe de los negros del harén.
Hubo dificultades para la formación de la deseada institución, como las hay
siempre en todo lo que exige combinaciones. El otro ser demostró tener u
carácter bajo, y al haber sido derrotado en sus aspiraciones al trono simuló
tener escrúpulos de conciencia para postrarse delante del califa; no se
dirigiría a él con el título de jefe de los fieles; le hablar de manera ligera e
incoherente designándole como simple «compañero»; y él, el otro ser, dijo que «n
jugaría»... ¡jugar!, y fue en otros aspectos rudo ofensivo. Sin embargo, esa
disposición maligna fue derrotada por la indignación general de un haré unido, y
yo fui bendecido por las sonrisas de ocho de las más hermosas hijas de los
hombres.
Las sonrisas sólo podían concederse cuando señorita Griffin miraba hacia otra
parte, y aun entonces sólo de una manera muy cautelosa, pues había una leyenda

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