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Sin embargo, siguió manejando más y más su dinero. Se dedicaba a negocios
secretos, al negocio d, oro en polvo, y a casi todos los negocios clandestinos
que producían grandes beneficios. En diez año había multiplicado tantas veces su
dinero que los comerciantes y transportistas que tenían tratos ce él no mentían
en absoluto cuando decían que había incrementado su fortuna doce veces.
Hace cien años que poseía esa riqueza, cuando gente podía perderse fácilmente.
Había oído que era el joven, por tener noticia de la búsqueda que había
organizado pero la búsqueda fue abandona y el joven olvidado.
La ronda anual de cambios en el árbol se había repetido diez veces desde que
enterrara el cadáver pie del árbol cuando se produjo en la zona una gran
tormenta. Comenzó a medianoche y azotó la zona hasta la mañana. Lo primero que
oyó decir aquel mañana al viejo criado fue que un rayo había golpeado el árbol.
Había derribado el tronco de una manerasorprendente, partiéndolo en dos mitades
marchitas una de ellas descansaba sobre la casa, y la otra sol una parte del
viejo muro rojizo del jardín, en el que había abierto un boquete con la caída.
La fisura había abierto el árbol hasta un poco por encima de la tierra,
deteniéndose allí. Existía gran curiosidad por ver el árbol, y al revivir sus
antiguos miedos se sentó en su emparrado, como un anciano, a observar a la gente
que acudía a verlo.
Empezaron a llegar rápidamente, y en tan gran número que cerró la puerta del
jardín y se negó a dejar entrar a nadie. Pero unos científicos llegaron desde
muy lejos para examinar el árbol y en mala hora les dejó pasar... ¡que el diablo
les confunda!
Los científicos querían cavar hasta la raíces para examinarlas atentamente, lo
mismo que la tierra que había encima. ¡Jamás, mientras él viviera! Le ofrecieron
dinero por ello. ¡Ellos! Hombres de ciencia a los que podría haber comprado por
entero con un trazo de su pluma. Les enseñó de nuevo la puerta del jardín, la
cerró y aseguró con una barra.
Pero estaban dispuestos a hacer lo que deseaban, por lo que sobornaron al viejo
criado, un miserable desagradecido que se quejaba siempre al recibir su salario