Para leer al atardecer (Charles Dickens) Libros Clásicos

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buen aspecto, de cabellos negros y mostacho gris.
» El amo levantó a su esposa en brazos y la llevé al dormitorio, donde yo envié
inmediatamente a la bella Carolina. Ésta me contó después, que el ama estaba
aterrada mortalmente, y que se pasó toda la noche pensando en el sueño.
» El amo se encontraba molesto y ansioso... más colérico, pero muy solícito. El
Signore Dellombra era un caballero cortés y habló con gran respeto y simpatía
del hecho de que el ama se encontrara tar enferma. El viento africano llevaba
soplando algunos días (así se lo habían dicho en su hotel de la Cruz de Malta),
y él sabía que a menudo era dañino. Deseaba que la hermosa dama se recuperara
pronto. Pidió permiso para retirarse y renovar su visita cuando pudiera tener la
felicidad de saber que su esposa estaba mejor. El amo no se lo permitió y
cenaron a solas.
» Se retiró pronto. Al día siguiente llegó a caballo hasta la puerta para
preguntar por el ama. En aquella semana, lo hizo en dos o tres ocasiones.
» Lo que yo observé por mí mismo, unido a lo que la bella Carolina me contó, me
bastó para comprender que el amo había decidido curar a su esposa de su
caprichoso terror. Era todo amabilidad, pero se mantuvo sensato y firme. Razonó
con ella que estimular esas fantasías era provocar la melancolía, cuando no la
locura. Que tenía que ser ella misma. Que si lograba enfrentarse a su extraña
debilidad y recibir felizmente al Signore Dellombra tal como una dama inglesa
recibiría a cualquier otro invitado, habría vencido su fantasía para siempre.
Para abreviar, el Signore regresó, y el ama le recibió sin que se le notara
ninguna preocupación (aunque todavía con ciertas limitaciones y aprensiones),
por lo que la noche pasó serenamente. El amo estaba tan complacido con este
cambio, y tan deseoso de confirmarlo, que el Signore Dellombra se convirtió en
un invitado constante. Era muy entendido en cuadros, libros y música, y su
compañía habría sido bien recibida en cualquier palazzo triste.
» Muchas veces observé que el ama no se había recuperado del todo. Delante del
Signore Dellombra bajaba la mirada e inclinaba la cabeza, o lo contemplaba con

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