Divina Comedia (Dante Alighieri) Libros Clásicos

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que me lleves allí donde me has dicho,
y pueda ver la puerta de San Pedro
y aquellos infelices de que me hablas.» 135
Entonces se echó a andar, y yo tras él.

CANTO II

El día se marchaba, el aire oscuro
a los seres que habitan en la tierra
quitaba sus fatigas; y yo sólo 3

me disponía a sostener la guerra,
contra el camino y contra el sufrimiento
que sin errar evocará mi mente. 6

¡Oh musas! ¡Oh alto ingenio, sostenedme!
¡Memoria que escribiste lo que vi,
aquí se advertirá tu gran nobleza! 9

Yo comencé: «Poeta que me guías,
mira si mi virtud es suficiente
antes de comenzar tan ardua empresa. 12

Tú nos contaste que el padre de Silvio, 13
sin estar aún corrupto, al inmortal
reino llegó, y lo hizo en cuerpo y alma. 15

Pero si el adversario del pecado
le hizo el favor, pensando el gran efecto
que de aquello saldría, el qué y el cuál, 18

no le parece indigno al hombre sabio;
pues fue de la alma Roma y de su imperio
escogido por padre en el Empíreo. 21

La cual y el cual, a decir la verdad,
como el lugar sagrado fue elegida,
que habita el sucesor del mayor Pedro. 24

En el viaje por el cual le alabas
escuchó cosas que fueron motivo
de su triunfo y del manto de los papas. 27

Alli fue luego el Vaso de Elección, 28
para llevar conforto a aquella fe
que de la salvación es el principio. 30

Mas yo, ¿por qué he de ir? ¿quién me lo otorga?
Yo no soy Pablo ni tampoco Eneas:
y ni yo ni los otros me creen digno. 33

Pues temo, si me entrego a ese viaje,
que ese camino sea una locura;
eres sabio; ya entiendes lo que callo.» 36

Y cual quien ya no quiere lo que quiso
cambiando el parecer por otro nuevo,
y deja a un lado aquello que ha empezado, 39

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