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besóme el rostro y dijo: «!Oh desdeñoso,
bendita la que estuvo de ti encinta! 45
Aquel fue un orgulloso para el mundo;
y no hay bondad que su memoria honre:
por ello está su sombra aquí furiosa. 48
Cuantos por reyes tiénense allá arriba,
aquí estarán cual puercos en el cieno,
dejando de ellos un desprecio horrible.»` 51
Y yo: «Maestro, mucho desearía
el verle zambullirse en este caldo,
antes que de este lago nos marchemos.» 54
Y él me repuso: «Aún antes que la orilla
de ti se deje ver, serás saciado:
de tal deseo conviene que goces.» 57
Al poco vi la gran carnicería
que de él hacían las fangosas gentes;
a Dios por ello alabo y doy las gracias. 60
«¡A por Felipe Argenti!», se gritaban, 61
y el florentino espiritu altanero
contra sí mismo volvía los dientes. 63
Lo dejamos allí, y de él más no cuento.
Mas el oído golpeóme un llanto,
y miré atentamente hacia adelante. 66
Exclamó el buen maestro: «Ahora, hijo,
se acerca la ciudad llamada Dite, 68
de graves habitantes y mesnadas.» 69
Y yo dije: «Maestro, sus mezquitas 70
en el valle distingo claramente,
rojas cual si salido de una fragua 72
hubieran.» Y él me dijo: «El fuego eterno
que dentro arde, rojas nos las muestra,
como estás viendo en este bajo infierno.» 75
Así llegamos a los hondos fosos
que ciñen esa tierra sin consuelo;
de hierro aquellos muros parecían. 78
No sin dar antes un rodeo grande,
llegamos a una parte en que el barquero
«Salid -gritó con fuerza- aquí es la entrada.» 81
Yo vi a más de un millar sobre la puerta
de llovidos del cielo, que con rabia
decían: «¿Quién es este que sin muerte 84
va por el reino de la gente muerta?»
Y mi sabio maestro hizo una seña
de quererles hablar secretamente. 87
Contuvieron un poco el gran desprecio
y dijeron: « Ven solo y que se marche