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lo que nos trae el tiempo de antemano,
mas usáis de otro modo en lo de ahora.» 99
«Vemos, como quien tiene mala luz,
las cosas -dijo- que se encuentran lejos,
gracias a lo que esplende el Sumo Guía. 102
Cuando están cerca, o son, vano es del todo
nuestro intelecto; y si otros no nos cuentan,
nada sabemos del estado humano. 105
Y comprender podrás que muerto quede
nuestro conocimiento en aquel punto
que se cierre la puerta del futuro.» 108
Arrepentido entonces de mi falta,
dije: «Diréis ahora a aquel yacente
que su hijo aún se encuentra con los vivos; 111
y si antes mudo estuve en la respuesta,
hazle saber que fue porque pensaba
ya en esa duda que me habéis resuelto.» 114
Y ya me reclamaba mi maestro;
y yo rogué al espíritu que rápido
me refiriese quién con él estaba. 117
Díjome: «Aquí con más de mil me encuentro;
dentro se halla el segundo Federico, 119
y el Cardenal, y de los otros callo.» 120
Entonces se ocultó; y yo hacia el antiguo
poeta volví el paso, repensando
esas palabras que creí enemigas. 123
Él echó a andar y luego, caminando,
me dijo: «¿Por qué estás tan abatido?»
Y yo le satisfice la pregunta. 126
« Conserva en la memoria lo que oíste
contrario a ti -me aconsejó aquel sabio-
y atiende ahora -y levantó su dedo-: 129
cuando delante estés del dulce rayo
de aquella cuyos ojos lo ven todo 131
de ella sabrás de tu vida el viaje. 132
Luego volvió los pies a mano izquierda:
dejando el muro, fuimos hacia el centro
por un sendero que conduce a un valle, 135
cuyo hedor hasta allí desagradaba.
CANTO XI
Por el extremo de un acantilado,
que en circulo formaban peñas rotas,
llegamos a un gentío aún más doliente; 3
y allí, por el exceso tan horrible
de la peste que sale del abismo,