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país -me dijo- que se llama Creta;
bajo su rey fue el mundo virtuoso. 96
Hubo allí una montaña que alegraban
aguas y frondas, se llamaba Ida:
cual cosa vieja se halla ahora desierta. 99
La excelsa Rea la escogió por cuna 100
para su hijo y, por mejor guardarlo,
cuando lloraba, mandaba dar gritos. 102
Se alza un gran viejo dentro de aquel monte, 103
que hacia Damiata vuelve las espaldas
y al igual que a un espejo a Roma mira. 105
Está hecha su cabeza de oro fino,
y plata pura son brazos y pecho,
se hace luego de cobre hasta las ingles; 108
y del hierro mejor de aquí hasta abajo,
salvo el pie diestro que es barro cocido:
y más en éste que en el otro apoya. 111
Sus partes, salvo el oro, se hallan rotas
por una raja que gotea lágrimas, 113
que horadan, al juntarse, aquella gruta; 114
su curso en este valle se derrama:
forma Aqueronte, Estigia y Flagetonte;
corre después por esta estrecha espita 117
al fondo donde más no se desciende:
forma Cocito; y cuál sea ese pantano 119
ya lo verás; y no te lo describo.» 120
Yo contesté: «Si el presente riachuelo
tiene así en nuestro mundo su principio,
¿como puede encontrarse en este margen?» 123
Respondió: «Sabes que es redondo el sitio,
y aunque hayas caminado un largo trecho
hacia la izquierda descendiendo al fondo, 126
aún la vuelta completa no hemos dado;
por lo que si aparecen cosas nuevas,
no debes contemplarlas con asombro.» 129
Y yo insistí «Maestro, ¿dónde se hallan
Flegetonte y Leteo?; a uno no nombras, 131
y el otro dices que lo hace esta lluvia.» 132
«Me agradan ciertamente tus preguntas
-dijo-, mas el bullir del agua roja
debía resolverte la primera. 135
Fuera de aquí podrás ver el Leteo,
allí donde a lavarse van las almas,
cuando la culpa purgada se borra