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mas los demonios que albergaba el puente
gritaron: «¡No está aquí la Santa Faz, 48
y no se nada aquí como en el Serquio!
así que, si no quieres nuestros garfios,
no te aparezcas sobre la resina.» 51
Con más de cien arpones le pinchaban,
dicen: «Cubierto bailar aquí debes,
tal que, si puedes, a escondidas hurtes.» 54
No de otro modo al pinche el cocinero
hace meter la carne en la caldera,
con los tridentes, para que no flote. 57
Y el buen Maestro: «Para que no sepan
que estás agua -me dijo- ve a esconderte
tras una roca que sirva de abrigo; 60
y por ninguna ofensa que me hagan,
debes temer, que bien conozco esto,
y otras veces me he visto en tales líos.» 63
Después pasó del puente a la otra parte;
y cuando ya alcanzó la sexta fosa;
le fue preciso un ánimo templado. 66
Con la ferocidad y con la saña
que los perros atacan al mendigo,
que de pronto se para y limosnea, 69
del puentecillo aquéllos se arrojaron,
y en contra de él volvieron los arpones;
mas él gritó: «¡Que ninguno se atreva! 72
Antes de que me pinchen los tridentes,
que se adelante alguno para oírme,
pensad bien si debéis arponearme.» 75
«¡Que vaya Malacola!» -se gritaron;
y uno salió de entre los otros quietos,
y vino hasta él diciendo: «¿De qué sirve?» 78
«Es que crees, Malacola, que me habrías
visto venir -le dijo mi maestro-
seguro ya de todas vuestras armas, 81
sin el querer divino y diestro hado?
Déjame andar, que en el cielo se quiere
que el camino salvaje enseñe a otros.» 84
Su orgullo entonces fue tan abatido
que el tridente dejó caer al suelo,
y a los otros les dijo: «No tocarlo.» 87
Y el guía a mí: «Oh tú que allí te encuentras
tras las rocas del puente agazapado,
puedes venir conmigo ya seguro.» 90
Por lo que yo avancé hasta él deprisa;