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y nardo y mirra son su último nido. 111
Y como aquel que cae sin saber cómo,
porque fuerza diabólica lo tira,
o de otra opilación que liga el ánimo, 114
que levantado mira alrededor,
muy conturbado por la gran angustia
que le ha ocurrido, y suspira al mirar: 117
igual el pecador al levantarse.
¡Oh divina potencia, cuán severa,
que tales golpes das en tu venganza! 120
El guía preguntó luego quién era:
y él respondió: «Lloví de la Toscana,
no ha mucho tiempo, en este fiero abismo. 123
Vida de bestia me plació, no de hombre,
como al mulo que fui: soy Vanni Fucci 125
bestia, y Pistoya me fue buena cuadra.» 126
Y yo a mi guía: «Dile que no huya,
y pregunta qué culpa aquí le arroja;
que hombre le vi de maldad y de sangre.» 129
Y el pecador, que oyó, no se escondía,
mas volvió contra mí el ánimo y rostro,
y de triste vergüenza enrojeció; 132
y dijo: «Más me duele que me halles
en la miseria en la que me estás viendo,
que cuando fui arrancado en la otra vida. 135
Yo no puedo ocultar lo que preguntas:
aquí estoy porque fui en la sacristía
ladrón de los hermosos ornamentos, 138
y acusaron a otro hombre falsamente;
mas porque no disfrutes al mirarme,
si del lugar oscuro tal vez sales, 141
abre el oído y este anuncio escucha:
Pistoya de los negros enflaquece: 143
luego en Florencia cambian gente y modos. 144
De Val de Magra Marte manda un rayo
rodeado de turbios nubarrones;
y en agria tempestad impetuosa, 147
sobre el campo Piceno habrá un combate; 148
y de repente rasgará la niebla,
de modo que herirá a todos los blancos. 150
¡Esto te digo para hacerte daño!»
CANTO XXV
El ladrón al final de sus palabras,
alzó las manos con un par de higas, 2
gritando: «Toma, Dios, te las dedico.