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se fue como persona triste y loca. 111
Mas yo quedé para mirar el grupo,
y vi una cosa que me diera miedo,
sin más pruebas, contarla solamente, 114
si no me asegurase la conciencia,
esa amiga que al hombre fortifica
en la confianza de sentirse pura. 117
Yo vi de cierto, y parece que aún vea,
un busto sin cabeza andar lo mismo
que iban los otros del rebaño triste; 120
la testa trunca agarraba del pelo,
cual un farol llevándola en la mano;
y nos miraba, y «¡Ay de mí!» decía. 123
De sí se hacía a sí mismo lucerna,
y había dos en uno y uno en dos:
cómo es posible sabe Quien tal manda. 126
Cuando llegado hubo al pie del puente,
alzó el brazo con toda la cabeza,
para decir de cerca sus palabras, 129
que fueron: «Mira mi pena tan cruda
tú que, inspirando vas viendo a los muertos;
mira si alguna hay grande como es ésta. 132
Y para que de mí noticia lleves
sabrás que soy Bertrand de Born, aquel 134
que diera al joven rey malos consejos. 135
Yo hice al padre y al hijo enemistarse:
Aquitael no hizo más de Absalón 137
y de David con perversas punzadas: 138
Y como gente unida así he partido,
partido llevo mi cerebro, ¡ay triste!,
de su principio que está en este tronco. 141
Y en mí se cumple la contrapartida.»
CANTO XXIX
La mucha gente y las diversas plagas,
tanto habian mis ojos embriagado,
que quedarse llorando deseaban; 3
mas Virgilio me dijo: «¿En qué te fijas?
¿Por qué tu vista se detiene ahora
tras de las tristes sombras mutiladas? 6
Tú no lo hiciste así en las otras bolsas;
piensa, si enumerarlas crees posible,
que millas veintidós el valle abarca. 9
Y bajo nuestros pies ya está la luna:
Del tiempo concedido queda poco,
y aún nos falta por ver lo que no has visto.