Divina Comedia (Dante Alighieri) Libros Clásicos

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deseando escusarme, y escusábame
sin embargo, y no pensaba hacerlo. 141

«Falta mayor menor vergüenza lava
-dijo el maestro-, que ha sido la tuya;
así es que ya descarga tu tristeza. 144

Y piensa que estaré siempre a tu lado,
si es que otra vez te lleva la fortuna
donde haya gente en pleitos semejantes: 147
pues el querer oír eso es vil deseo.»

CANTO XXXI

La misma lengua me mordió primero,
haciéndome teñir las dos mejillas,
y después me aplicó la medicina: 3

así escuché que solía la lanza 4
de Aquiles y su padre ser causante
primero de dolor, después de alivio, 6

Dimos la espalda a aquel mísero valle
por la ribera que en torno le ciñe,
y sin ninguna charla lo cruzamos. 9

No era allí ni de día ni de noche,
y poco penetraba con la vista;
pero escuché sonar un alto cuerno, 12

tanto que habría a los truenos callado,
y que hacia él su camino siguiendo,
me dirigió la vista sólo a un punto. 15

Tras la derrota dolorosa, cuando 16
Carlomagno perdió la santa gesta,
Orlando no tocó con tanta furia. 18

A poco de volver allí mi rostro,
muchas torres muy altas creí ver;
y yo: «Maestro, di, ¿qué muro es éste?» 21

Y él a mí: «Como cruzas las tinieblas
demasiado a lo lejos, te sucede
que en el imaginar estás errado. 24

Bien lo verás, si llegas a su vera,
cuánto el seso de lejos se confunde;
así que marcha un poco más aprisa.» 27

Y con cariño cogióme la mano,
y dijo: «Antes que hayamos avanzado,
para que menos raro te parezca, 30

sabe que no son torres, mas gigantes, 31
y en el pozo al que cerca esta ribera
están metidos, del ombligo abajo.» 33

Como al irse la niebla disipando,
la vista reconoce poco a poco
lo que esconde el vapor que arrastra el aire, 36

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