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velo, en Austria, el Danubio en el invierno,
ni bajo el frío cielo allá el Tanais, 27
como era allí; porque si el Pietrapana 28
o el Tambernic, encima le cayese, 29
ni «crac» hubiese hecho por el golpe. 30
Y tal como croando está la rana,
fuera del agua el morro, cuando sueña
con frecuencia espigar la campesina, 33
lívidas, hasta el sitio en que aparece 34
la vergüenza, en el hielo había sombras,
castañeteando el diente cual cigüeñas. 36
Hacia abajo sus rostros se volvían:
el frío con la boca, y con los ojos
el triste corazón testimoniaban. 39
Después de haber ya visto un poco en torno, 40
miré, a mis pies, a dos tan estrechados,
que mezclados tenían sus cabellos. 42
«Decidme, los que así apretáis los pechos
-les dije- ¿Quiénes sois?» Y el cuello irguieron;
y al alzar la cabeza, chorrearon 45
sus ojos, que antes eran sólo blandos
por dentro, hasta los labios, y ató el hielo
las lágrimas entre ellos, encerrándolos. 48
Leño con leño grapa nunca une
tan fuerte; por lo que, como dos chivos,
los dos se golpearon iracundos. 51
Y uno, que sin orejas se encontraba
por la friura, con el rostro gacho,
dijo: «¿Por qué nos miras de ese modo? 54
Si saber quieres quién son estos dos,
el valle en que el Bisenzo se derrama
fue de Alberto, su padre, y de estos hijos. 57
De igual cuerpo salieron; y en Caína
podrás buscar, y no encontrarás sombra
más digna de estar puesta en este hielo; 60
no aquel a quien rompiera pecho y sombra, 61
por la mano de Arturo, un solo golpe;
no Focaccia; y no éste, que me tapa 63
con la cabeza y no me deja ver,
y fue llamado Sassol Mascheroni: 65
si eres toscano bien sabrás quién fue. 66
Y porque en más sermones no me metas,
sabe que fui Camincion dei Pazzi; 68