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Que a causa de sus malos pensamientos,
y fiándome de él fui puesto preso
y luego muerto, no hay que relatarlo; 18
mas lo que haber oído no pudiste,
quiero decir, lo cruel que fue mi muerte,
escucharás: sabrás si me ha ofendido. 21
Un pequeño agujero de «la Muda» 22
que por mí ya se llama «La del Hambre»,
y que conviene que a otros aún encierre, 24
enseñado me había por su hueco
muchas lunas, cuando un mal sueño tuve
que me rasgó los velos del futuro. 27
Éste me apareció señor y dueño,
a la caza del lobo y los lobeznos 29
en el monte que a Pisa oculta Lucca. 30
Con perros flacos, sabios y amaestrados,
los Gualandis, Lanfrancos y Sismondis 32
al frente se encontraban bien dispuestos. 33
Tras de corta carrera vi rendidos
a los hijos y al padre, y con colmillos
agudos vi morderles los costados. 36
Cuando me desperté antes de la aurora,
llorar sentí en el sueño a mis hijitos
que estaban junto a mí, pidiendo pan. 39
Muy cruel serás si no te dueles de esto,
pensando lo que en mi alma se anunciaba:
y si no lloras, ¿de qué llorar sueles? 42
Se despertaron, y llegó la hora
en que solían darnos la comida,
y por su sueño cada cual dudaba. 45
Y oí clavar la entrada desde abajo
de la espantosa torre; y yo miraba
la cara a mis hijitos sin moverme. 48
Yo no lloraba, tan de piedra era;
lloraban ellos; y Anselmuccio dijo: 50
«Cómo nos miras, padre, ¿qué te pasa?» 51
Pero yo no lloré ni le repuse
en todo el día ni al llegar la noche,
hasta que un nuevo sol salía a mundo. 54
Como un pequeño rayo penetrase
en la penosa cárcel, y mirara
en cuatro rostros mi apariencia misma, 57
ambas manos de pena me mordía;
y al pensar que lo hacía yo por ganas