Odisea (Homero) Libros Clásicos

Página 6 de 265

Si oyes de tu padre que vive y está de vuelta, soporta todavía otro año, aunque tengas pesar; pero si oyes que ha muerto y que ya no vive, regresa enseguida a tu tierra patria, levanta una tumba en su honor y ofréndale exequias en abundancia, cuantas están bien.
Y entrega tu madre a un marido. Luego que esto hayas concluido, medita en tu mente y
en tu corazón la manera de matar a los pretendientes en tu casa con engaño o a las claras.
Y es preciso que no juegues a cosas de niños, pues no eres de edad para hacerlo. ¿No has oído qué fama ha cobrado el divino Orestes entre todos los hombres por haber matado al asesino de su padre, a Egisto fecundo en ardides, porque había quitado la vida
a su ilustre padre? También tú, amigo -pues te veo vigoroso y bello -, sé valiente para
que alguno de tus descendientes hable bien de ti. Yo me marcho ahora mismo a la rápida nave junto a mis compañeros, que deben estar cansados de tanto esperarme. Tú ocúpate de esto y presta oídos a mis palabras.»
Y le contestó Telémaco discretamente: «Huésped, en verdad dices esto con sentimientos amigos, como un padre a su hijo, y jamás los echaré a olvido. Mas, vamos, quédate ahora por muy deseoso que estés del camino, para que después de bañarte y gozar en tu pecho marches alegre a la nave portando un presente, un regalo estimable y hermoso que será para ti un tesoro de mí, como los que hospedan dan a sus huéspedes.»
Y contestó luego Atenea, de ojos brillantes:
«No me detengas más, que ya ansío el camino. El regalo que tu corazón te empuje a darme, entrégamelo cuando vuelva otra vez para llevarlo a casa. Escoge uno bueno de verdad y tendrás otro igual en recompensa.»
Así hablando, partió la de ojos brillantes, Atenea, y se remontó como un ave, e infundió
audacia en el pecho de Telémaco y valentía. Pero después de reflexionar en su mente quedó estupefacto, pues pensó que era un dios. Y, mortal a los dioses igual, marchó enseguida junto a los pretendientes.
Entre éstos estaba canta ndo el ilustre aedo, y ellos escuchaban sentados en silencio. Cantaba el regreso de los aqueos que Palas Atenea les había deparado funesto desde

Página 6 de 265
 

Paginas:
Grupo de Paginas:               

Compartir:



Diccionario: