Odisea (Homero) Libros Clásicos

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Exis ten numerosas naves en Itaca, rodeada de corriente, nuevas y viejas; veré cuál es la mejor y aparejándola
rápidamente la lanzaremos al ancho ponto.»
Así habló Atenea, hija de Zeus, y Telémaco ya no aguardó más, pues había escuchado la voz de un dios. Así que se puso en camino, su corazón acongojado, hacia el palacio y encontró a los altivos pretendientes degollando cabras y asando cerdos en el patio.
Antínoo se encaminó riendo hacia Telémaco, le tomó de la mano, le dijo su palabra y le llamó por su nombre:
«Telémaco, fanfarrón, incapaz de contener tu cólera, que no ocupe tu pecho ninguna acción o palabra mala, sino comer y beber conmigo como antes. Los aqueos te prepararán una nave y remeros elegidos para que llegues con más rapidez a la agradable Pilos en busca de noticias de tu ilustre padre.»
Y le respondió Telémaco discretamente:
«Antínoo, no me es posible comer callado en vuestra arrogante compañía y gozar tranquilamente. ¿O es que no es bastante que me hayáis destruido hasta ahora muchas y buenas cosas de mi propiedad, pretendientes, mientras era todavía un niño? Mas ahora
que ya soy grande y que, escuchando la pala bra de los demás, comprendo todo y el arrojo me ha crecido en el pecho, intentaré enviaros las funestas Keres, ya sea marchando a Pilos o aquí mismo, en el pueblo.
«Me marcho -y el viaje que os anuncio no será infructuoso- como pasajero, pues no poseo naves ni remeros. Esto os parecía lo más ventajoso pa ra vosotros!»
Así dijo y retiró con rapidez su mano de la mano de Antínoo.
Y los pretendientes se aplicaban al banquete dentro del palacio y se mofaban de él zahiriéndolo con sus palabras.
Así decía uno de los jóvenes arrogantes:
«Seguro que Telémaco nos está meditando la muerte; traerá alguien de la arenosa Pilos para que lo defienda o tal vez de Esparta, pues mucho lo desea. O quizá quiere ir a Efira, tierra fértil, a fin de traer de allí venenos que corrompen la vida y echarlos en la crátera para destruirnos a todos.»
Y otro de los jóvenes arrogantes decía:
¿Quién sabe si, marchando en la cóncava nave, no perece también él vagando lejos de los suyos como Odiseo! Así nos acrecentaría el trabajo, pues repartiríamos todos sus bienes y la casa se la daríamo s a su madre y al que con ella casara para que la conservaran.

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