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Y también lo diría, vástago de Zeus, si es que lo deseas, lo bueno y lo malo que ha sucedido en tu palacio después que emprendiste este viaje largo y difícil." Así dijo, y yo le contesté y dije: "Sugiéreme tú misma una emboscada contra el divino anciano a fin de que no me rehúya si me conoce y se da cuenta de ante mano, pues es difícil para un hombre mortal sujetar a un dios." Así dije, y ella, la divina entre las diosas, me respondió luego: "Yo lo diré esto muy sinceramente. Cuando el sol va por el centro del cielo, el veraz anciano marino sale del mar con el soplo de Céfiro, oculto por el negro encrestamiento de las olas. Una vez fuera, se acuesta en honda gruta y a su alrededor duermen apiñadas las focas, descendientes de la hermosa Ha losidne, que salen del canoso mar exhalando el amargo olor de las profundidades marinas. Yo lo conduciré allí al despuntar la aurora, lo acostaré enseguida y escogerás a tres compañeros, a los mejores
de tus naves de buenos bancos. Te diré todas las argucias de este anciano: primero contará y pasará re vista a las focas y cuando las haya contado y visto todas, se acostará en medio de ellas como el pastor de un rebaño de ovejas. Tan pronto como lo veáis durmiendo, poned a prueba vuestra fuerza y vigor y retenedlo allí mismo, aunque trate de huir ansioso y precipitado. Intentará tornarse en todos los reptiles que hay sobre la tierra, así como en agua y en violento fuego. Pero vosotros retenedlo con firmeza y apretad más fuerte. Y cuando él lo pregunte, volviendo a mostrarse tal como lo visteis durmiendo, abstente de la violencia y suelta al anciano. Y pregúntale cuál de los dioses lo maltrata y cómo llevarás a cabo el regreso a través del ponto rico en peces."
Habiendo hablado así, se sumergió en el ponto alborotado y yo marché hacia las naves que se encontraban en la arena. Y mientras caminaba, mi corazón agitaba muchos pensamientos. Pero una vez que llegué a las naves y al mar, preparamos la cena y se nos vino la divina noche. Entonces nos acostamos en la ribera del mar.
«Tan pronto como apuntó la que nace de la mañana, la de dedos de rosa, me marché luego a la orilla del mar, el de anchos caminos, suplicando mucho a los dioses.