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van poco a poco creciendo,
y ansina me vide pronto
obligado a andar juyendo.
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No tenía mujer ni rancho
y a más, era resertor;
no tenía una prenda güena
ni un peso en el tirador
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a mis hijos infelices
pensé volverlos a hallar,
y andaba de un lao al otro
sin tener ni qué pitar.
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Supe una vez por desgracia
que había un baile por allí,
y medio desesperao
a ver la milonga fui.
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Riunidos al pericón
tantos amigos hallé,
que alegre de verme entre ellos
esa noche me apedé.
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Como nunca, en la ocasión
por peliar me dio la tranca.
Y la emprendí con un negro
que trujo una negra en ancas.
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Al ver llegar la morena,
que no hacía caso de naides,
le dije con la mamúa:
va-ca-yendo gente al baile.
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La negra entendió la cosa
y no tardó en contestarme,
mirándome como a un perro:
más vaca será su madre.
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Y dentró al baile muy tiesa
con más cola que una zorra,
haciendo blanquiar los dientes
lo mesmo que mazamorra.
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!Negra linda!- Dije yo.
Me gusta- pa la carona;
y me puse a champurriar
esta coplita fregona:
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a los blancos hizo Dios,
a los mulatos san pedro,
a los negros hizo el diablo
para tizón del infierno.
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Había estao juntando rabia
el moreno dende ajuera;
en lo escuro le brillaban
los ojos como linterna.
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Lo conocí retobao,
me acerqué y le dije presto:
po-r-rudo que un hombre sea
nunca se enoja por esto.
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Corcovió el de los tamangos
y creyéndose muy fijo:
¡más porrudo serás vos,
gaucho rotoso!, Me dijo.
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Y ya se me vino al humo
como a buscarme la hebra,